¿Qué hacer?

Mientras el portal www.semana.com publicaba recientemente un artículo en el que hacía referencia a la anquilosada y arcaica división y confrontación en la que se encuentra empeñada y enmarañada la izquierda, yo intento hacer una interpretación personal, apelando al sentido común, que me atreví a titular, como la obra clásica de la política de Lenin ¿Qué hacer?, y que el portal en referencia titulaba sarcásticamente a su manera: “La izquierda desunida siempre será vencida”


“En efecto, parece que nadie ha puesto en duda hasta ahora que la fuerza del movimiento contemporáneo reside en el despertar de las masas, y su debilidad en la falta de conciencia y de espíritu de iniciativa de los dirigentes revolucionarios”. Lenin

Las elecciones para congreso y presidencia de la república en lugar de convertirse en una oportunidad de unidad y organización entre los sectores democráticos y la izquierda colombiana, que se traduzca en sólidas alianzas tácticas en la defensa de los derechos fundamentales de los colombianos contra el fortalecimiento de los sectores reaccionarios de la derecha y las posturas claramente fascistas que se han venido consolidando durante los últimos años en el país, la ocasión se ha convertido paradójica y tristemente en la reiterada demostración histórica de “cuán profundas e insalvables” son a los ojos del liderazgo político del movimiento social, las diferencias y las distancias ideológicas y políticas, como para ver en unos eventuales aliados de la misma causa a los verdaderos adversarios, mientras los reales, los de “carnitas y huesitos”, se complacen, se solazan y se ríen.

Con meridiana claridad se puede constatar que estos movimientos actúan en dirección opuesta al sentido común y a la lógica política de los acontecimientos, haciéndole el camino más fácil y expedito a quienes estando en el poder durante 213 años, han perpetuado al país en la miseria y la injusticia.

Se evidencia por parte de todos esos sectores un inusitado interés individual, egocéntrico y hedonista, en llevar a sus aspirantes a las diferentes instancias del poder, no obstante las pocas y débiles posibilidades de cada agrupación, fortalecidas lamentablemente por la dispersión y la confrontación en la que han permanecido históricamente, pretendiendo derrotar al adversario al dar el puño con la mano abierta.
Flaco favor le hace la dirigencia política democrática y de izquierda con esta actitud a los sectores populares, que no solo se movilizan sino que son los que ponen los muertos, los desaparecidos y los presos políticos durante las protestas y movilizaciones beligerantes que tienen lugar a lo ancho y largo del país.

En esa dirigencia, en la que además prevalecen las practicas escolásticas de verdades inmutables y rígidas posiciones y argumentaciones ideológicas, se caracterizan por su acentuado dogmatismo y ortodoxia, que le cierran cualquier oportunidad de interpretar cabalmente el interés general así como el avance en la organización de las múltiples manifestaciones de inconformismo que durante el año fueron el denominador común de la política colombiana.

Resulta más que curioso paradójico que los grandes cambios y trasformaciones revolucionarias que han tenido lugar en la historia, han sido producto de la convergencia de pensamientos diversos; así las utopías del siglo XIV de Tomás Moro y Erasmo de Rotterdam, abrieron la posibilidad del renacimiento y este dio como fruto las más importantes corrientes de pensamiento filosófico empírico y racionalista con Bacon y Locke con Descartes y Hume para conducirnos al siglo de las luces, al siglo de la Ilustración de Montesquieu, de Diderot, de Dalambert, de Rousseau y de Voltaire, y con ellos el advenimiento del imperio de la libertad, la igualdad y la fraternidad de la revolución francesa de 1789.

Durante esos tres siglos, (1489-1789), con excepción de la iglesia, nadie pretendió ni se creyó en poder de la verdad absoluta, tampoco nadie pretendió que todos pensaran al unísono, y los cambios fueron llegando, en el momento en que las condiciones materiales y políticas, espirituales e intelectuales los hicieron posibles.
Hoy por hoy todo está dado, solo que a diferencia de los hechos históricos, parece como si la dirigencia política democrática y de izquierda colombiana se hubiera convertido en un obstáculo, en un dique de contención de la inconformidad popular, que seguramente se acentuará con la firma de los acuerdos de paz.

Al leer los diarios, al escuchar las noticias y ver los noticieros de tv, se siente vergüenza ajena, se siente pena y hasta risa da ver que todo el liderazgo, que se dice democrático y de izquierda, están más empeñados en figurar que en interpretar, en sobresalir más que en comprender, en frenar más que dinamizar y liderar un verdadero acuerdo, o como lo decía en su célebre obra el maestro William Ospina, en concebir un verdadero “proyecto nacional”.

Mientras tanto el voto en blanco cobra más fuerza con el correr de los días, y este rechazo a la farsa electoral también por supuesto pasará factura a quienes en lugar de estarlo promoviendo en su favor, participan del juego que legitima la corrupción y todos los desafueros y tropelías que se comenten contra la mayoría del pueblo colombiano por los que sin escrúpulo han usado y detentado el poder a su arbitrio y conveniencia.

angelhumbertotarquino@yahoo.es

Siga a Periodismo Público en Google News. Suscríbase a nuestro canal de Whatsapp