Se cumplen 10 años de los falsos positivos de Soacha
En febrero de 2008 varios jóvenes del municipio desaparecieron y nadie sabía lo ocurrido. Fue hasta octubre de ese mismo año que se destaparía lo que se convirtió en el escándalo más sonado en contra de las fuerza militares: las ejecuciones extrajudiciales o los falsos positivos de Soacha.
Uno de los jóvenes desaparecidos fue Diego Armando Marín, hijo de Rubiela Giraldo. La semana del 6 de febrero de 2008 desapareció. Salió engañado de su casa por una supuesta oferta laboral que un reclutador, que tenía nexos con integrantes del Ejército, le hizo a él y a varios jóvenes más de Soacha.
Rubiela no había hablado nunca en medios, había evitado hacerlo y esta vez se arriesgó para que los colombianos conozcan su versión:
“Diego tendría hoy 31 añitos, a él se lo llevaron de 21 años (…) a Diego lo llamaron a las 7:00 a.m. que había un trabajo, se arregló y se fue, y el hermano lo vio salir, ya iba con el reclutador. Él salió con Daniel Martínez, que fue el otro chico que mataron con él”, contó Rubiela a RCN radio.
Pasaron tres días y no aparecía su hijo, sin embargo narra que curiosamente el 8 de febrero, Diego llamó a la casa de su tía, la hermana de Rubiela, y le dijo que él llegaba al día siguiente a las 11:00 am.
“Me dijo (mi hermana) Rubiela no se preocupe que Diego ya llamó y dijo que llega mañana. Me dijo dígale a mi mamá que la quiero mucho, que perdone mi mal genio y que me perdone todo. Tía yo estoy muy lejos’”, relata Rubiela basada en lo que le dijo su hermana sobre esa llamada que recibió de Diego. “Pero la voz de él se sentía triste”.
Rubiela dice que ya estaba preparando el repertorio de regaños para su hijo, pero que había sentido mucha alegría de saber que estaba bien. Sin embargo, llegó el domingo y Diego nunca apareció.
“No tuve paz hasta que lo encontré en octubre cuando dijeron que se había encontrado unos muchachos en Ocaña“, agregó.
La adolorida madre agrega que el 1 de octubre de 2008 su jefe le dijo que se fuera para la casa que sus hijos la están esperando. “Cuando vi a mis hijos me dijeron: ‘sí mamá Diego está en una fosa común en Ocaña’, yo no volví a trabajar. Al otro día fuimos a Medicina Legal y me lo mostraron en un computador y sí era él“, contó.
A la familia de Diego se les hizo raro que la ropa se la habían cambiado, no era la ropa que él llevaba el día que desapareció.
La historia continúa, la misma que Colombia y el mundo ya sabe y que terminó con la vida de varios jóvenes de Soacha a manos de miembros del Ejército Nacional.
Fuente: RCN radio
Foto interior: El Espectador