Soacha, pasado y presente: de municipio rico a ciudad pobre

En el siglo XIX y primera mitad del XX, Soacha era el municipio preferido por grandes hacendados y personajes de la vida política del país. Sin embargo, a partir de 1960 la gente de bien empezó a desplazarse hacia el norte de Bogotá y la Sabana, y el pequeño poblado del Dios Varón comenzó a recibir familias pobres, y en los 80 a los desplazados víctimas del conflicto armado. Hoy, la ciudad no es atractiva para nadie, incluso su vecino gigante (Bogotá), la cataloga como “hueso”.


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“Suacha” era un pequeño poblado muisca que fue conquistado y reformado a partir del año 1.600 con la llegada del oidor visitador español Luis Enríquez. Su ubicación estratégica al sur de la gran Santa Fe de Bogotá, le permitió recibir en sus verdes campos a hacendados de la época, y en el pequeño poblado a políticos reconocidos del país.

Pero a partir de 1960 la historia cambió. Los ricos de la capital empezaron a buscar exclusividad hacia el norte de Bogotá y con los años terminaron en municipios como Cajicá o Chía. En cambio, los pobres se movieron hacia el sur, presionados por los altos precios de la tierra, y muchos de ellos llegaron a Soacha.

El municipio comenzó a albergar a los más pobres y las concentraciones de miseria se reflejaron en la formación de caseríos y sectores marginales como Altos de Cazuca, Ciudadela Sucre y La Despensa, y a partir de ahí los urbanizadores “más vivos” entraron al negocio porque el suelo en Soacha era muy barato.

La ciudad tenía para donde crecer y fue cuando en los años 70 se formó la urbanización Compartir, que si bien se hizo legalmente y dio vivienda a muchas familias de la época, contribuyó al crecimiento desmesurado de la ciudad.

Posteriormente y bajo la mirada cómplice de los mandatarios de turno, se formaron invasiones que crecieron sin control y la ciudad se llenó de miseria, desplazados y familias pobres. Altos de la Florida, Ciudad Latina, sectores de la comuna tres como Los Olivos y La María, incluso el Danubio y Tabacal, en el centro del municipio, crecieron sin que las autoridades obligaran a hacerlo bajo la planeación y la legalidad.

Y como si fuera poco, en el gobierno del entonces alcalde Ernesto Martínez, pero por imposición del gobierno nacional, se aprobaron megaproyectos como Ciudad Verde y se dio luz a otras construcciones amparadas bajo la figura de los denominados planes parciales, que hoy inundan de viviendas a la ciudad, pero que no le permiten disfrutar de espacios que por ley deben hacerse paralelamente, como vías, centros de salud, colegios, espacios deportivos y zonas de comercio, entre otras.

El amontonamiento de familias sin la construcción de espacios adecuados para la educación, la diversión y el esparcimiento, conllevó a otros problemas que hoy enfrentan a diario los cerca de 1.200.000 habitantes que residen en este gigante denominado Soacha.

La inseguridad se disparó

La presencia masiva de población pobre, necesitada y sin educación, sumado a la ubicación estratégica de la ciudad y a la problemática social que vive el país, han repercutido para que las calles de Soacha se hayan llenado de delincuentes, expendedores de droga, pandillas y su territorio sea atractivo como ruta para la entrada de drogas y armas hacia Bogotá.

Las estadísticas indican que Soacha es una de las ciudades con más homicidios del país, producto de los atracos a personas y enfrentamientos entre bandas criminales que se disputan el microtráfico en cada sector.

Pésima movilidad

Otro problema desencadenado de la mala planeación de la ciudad es el transporte. Un estudio de la Universidad de la Sabana indica que de Soacha salen 250.000 personas diariamente a trabajar o estudiar a Bogotá. Cada una pasa hasta tres y cuatro horas dentro de un medio de transporte, soportando trancones, apretones, abusos y presencia de delincuentes.

Alrededor de 90 mil utilizan Transmilenio, un sistema que llegó con mucha expectativa, pero que con el tiempo se volvió obsoleto, inseguro, incómodo y pésimo. En ocasiones una persona se demora hasta 50 minutos para poder abordar un articulado, incluyendo la fila de acceso a la estación y el tiempo de espera para subir.

El resto de personas deben desplazarse en el transporte público tradicional, que al igual que Transmilenio, es incómodo, inseguro y muy lento por los inmensos trancones generados, especialmente en Bosa y en las avenidas de la capital.

El presupuesto

Como para colmo de males, el presupuesto de Soacha es demasiado bajo para las necesidades de la ciudad. El año pasado estuvo sobre los 480 mil millones de pesos, que si se distribuyera entre 1.200.000 personas, a cada una le tocaría 400 mil pesos por año para educación, recreación, salud, infraestructura, desarrollo vial, etc…

Uno de los factores del bajo presupuesto es que la nación no ha reconocido la población que tiene el municipio y las trasferencias son demasiado bajas, por eso el actual alcalde insiste en la realización de un censo real de población.

En conclusión y atendiendo lo que se escucha en cafeterías, parques y en los pasillos de la misma alcaldía, “Soacha es una ciudad que requiere una cirugía urgente, necesita la atención inmediata del gobierno nacional y de la capital, pero con la iniciativa y acompañamiento de verdaderos voceros que entiendan lo que está pasando. Desde el alcalde, los funcionarios públicos, los líderes políticos y sociales, la acción comunal, las veedurías y los organismos de control, deben intervenir para frenar esta crisis y empezar a reconstruir lo que se hizo mal durante años. De no ser así, el municipio se sumirá en una crisis aún peor y la tan trillada “bomba de tiempo”, explotará en cualquier momento”.

Apoyo: Wikipedia, Soacha Histórica, Semana.com

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