“Suacha: Municipio arqueológico de Cundinamarca”

Saliendo de Bogotá por la autopista sur el primer municipio que uno encuentra se llama Suacha, usted sabe que llego allí porque en uno de los costados de la autopista puede leerse una gran valla publicitaria que dice: “Bienvenido a Suacha: Municipio Arqueológico de Cundinamarca.”, situación que contrasta con la de otros pueblos del departamento en los que tenemos que leer mensajes de políticos o frases rimbombantes que nada tienen que ver con la realidad: “vivir mejor”, “bienestar para todos”, etc. En Suacha no es así, por el contrario, el ameno viaje por la autopista ofrece al visitante un paisaje inigualable, cerros que aún conservan sus bosques, lagos y humedales protegidos, etc. Difícil encontrar una ciudad igual en estas épocas de explotación ambiental y oportunismo político.


Suacha tiene una oficina de cultura, es una pequeña casa colonial llamada el Vínculo, allí, el visitante puede informarse sobre las diversas actividades que se pueden realizar y que en su gran mayoría son dirigidas por jóvenes estudiantes de las instituciones oficiales del municipio. Uno de los recorridos más interesantes es la ruta de arte rupestre por el bosque de San Mateo, allí reposan más de 10 rocas que guardan entre sus texturas los trazos de antiguos habitantes del territorio, es increíble todas las historias que allí confluyen, pero más allá del recorrido por las rocas, el visitante también puede ir a la laguna de terreros y apreciar la fauna silvestre que se mezcla con la imponencia de esos cerros. Durante el recorrido los estudiantes son quienes guían esta experiencia inolvidable, ellos no son simplemente vigías ecoturísticos, gracias a la buena labor de la Secretaría de Educación del Municipio se logró implementar la Cátedra Suacha, la cual tiene objetivos científicos, culturales e históricos, siendo uno de los modelos de educación más importantes dentro de la nación, para ello se han invertido recursos en la formación de semilleros de investigación en medio ambiente, historia, arqueología y antropología.

Aunque en un día es imposible recorrer todos los lugares de interés cultural y arqueológico que ofrece el municipio, los visitantes no se van sin haber visitado la piedra del Dios Varón, un recorrido que les permite conocer el árbol del amor y ver desde allí el valle de fusunga. Casi todos optan por subirlo en horas de la tarde con el objetivo de disfrutar el atardecer naranja que poco a poco se va diluyendo entre el azul de la noche y la inmensidad del firmamento. Sin temor a equivocarme puedo afirmar que Suacha es hoy en día un ejemplo de manejo de sus recursos, reconocimiento patrimonial y revolución educativa. Allí al Sur de la capital se encuentra uno de los lugares más interesantes para conocer y re-conocer, eso sí, no olvide pasar por el antiguo Parque Principal y comerse unas almojábanas con masato.

Nadie sabe mejor que tú, sabio Kublai, que no se debe confundir nunca la ciudad con las palabras que la describen. Y sin embargo, entre la una y las otras hay una relación. (…) La mentira no está en las palabras, está en las cosas. (Italo Calvino, Las ciudades y los signos).

Mis palabras son una mentira, mi descripción es una ficción y eso ustedes (los lectores) y yo (el autor) lo sabemos y lo vivimos cotidianamente. Pero eso no quiere decir que no exista una relación entre la ficción y la realidad. Por supuesto, y para dejarlo claro de una vez, ésta relación no se encuentra en la labor ejercida por nuestros gobernantes y menos aún por la Secretaría de Educación y Cultura del Municipio. La relación entre las palabras, mi ficción, y la realidad se encuentra en nuestras riquezas patrimoniales y ambientales, se encuentra en que el territorio es el mismo y los lugares que describo en la ficción existen en la realidad: San Mateo, Terreros, El Vínculo, el árbol del amor, etc., ninguno de esos lugares es invención mía, pero todos esos lugares están en peligro de desaparecer, o tal vez, algunos ya desaparecieron. No quiero aquí hacer un recuento de los problemas que se presentan alrededor de cada uno de ellos: explotación minera, urbanismo no – planificado, contaminación, desplazamiento, etc.; tampoco voy a reclamarle al Alcalde, ni le voy a pedir que haga algo, porque seguramente se reunirá con unos técnicos y burócratas de alguna institución como la CAR o el ICAHN, conformarán un comité y se reunirán una vez por mes mientras siguen destruyendo nuestro patrimonio. Es más, voy a terminar mi artículo aquí, porque quiero que ustedes (los lectores) se detengan un momento a Pensar en Grande e imaginen cómo sería nuestro pueblo si la ficción fuera una realidad. Pero mejor aún, imaginen que somos nosotros, la comunidad, la que poco a poco hace real el sueño, en nuestras manos está que no desaparezcan estos lugares que hoy están a punto de desaparecer.

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