Usain, Mariana, Caterine: ¿seres de otro planeta?

La inmensa mayoría de los mortales nos hacemos esas preguntas: ¿de dónde vienen, de qué planeta, cómo surgieron, cómo lo hacen, estos deslumbrantes campeones?


Es que es asombroso verlos. Uno queda estupefacto ante la facilidad con que alcanzan sus objetivos, su meta, eso tan peyorativo que muchos simplemente llaman éxito.

Y, sin embargo, al verlos bien, descubrimos que son como nosotros, el mismo cuerpo y la misma sangre, y viven entre nosotros, en la misma tierra. ¿Entonces?

La respuesta es que nacieron con un don superlativo que a punta de disciplina, trabajo y sacrificio, decidieron explotarlo al máximo, al límite, estirándolo hasta que ya no se pueda más.

Esas tres palabras lo podrían resumir todo: disciplina, trabajo, sacrificio. Pero a eso quiero sumarle una ñapa que no me parece irrelevante. A diferencia de otros genios, estos deportistas sobresalientes son felices. Se les nota.

Miren ustedes la sonrisa de Bolt cuando gana; es más, sonríe cuando está corriendo y se da el lujo de hacerlo en plena carrera con sus compañeros: disfruta lo que hace, se lo goza.

Caterine, ni se diga. Cuando la reina del salto triple salta a los escenarios lo llena todo con su sonrisa. Como además se sabe hermosa, eso le ayuda. Es imposible no admirarla. Y ella sonríe, salta y gana. ¿Qué más?

Mariana, la pequeñita, la paisita, es solo sonrisas, antes y después de las pruebas. A pesar de que se ha caído y se ha fracturado, se ha levantado y ha seguido adelante sin distraerse: ¡y vuelve y gana!

Lo que los hace parecer de otro planeta no es, entonces, otra cosa distinta que la ‘pasta’ con la que están hechos estos superdotados: su actitud y su decisión de ganar, en una carrera en la que es absolutamente necesario perder para aprender. ¡Cuánto les ha ayudado perder para lograr sus objetivos!

Esa es la lección que deberíamos estudiar. Nosotros, los del común, ¿cuántas veces no hemos salido corriendo –o hemos estado tentados a hacerlo– ante la primera adversidad? ¿Cuántas veces nuestras inseguridades se habrán atravesado en la búsqueda de nuestros objetivos? ¿Cuántas veces, sabiendo que podíamos, no lo hicimos?

Lo que los campeones enseñan es que llegar a la meta no es un fin sino un medio. Llegar a la meta les permite ser felices, celebrar la vida, acariciar la gloria. Bolt, Caterine y Marianita, además, son solidarios, buenas personas, reconocen a los demás, los celebran por igual: están sobrados, pueden hacerlo.

Todo esto nos dejan los Juegos Olímpicos. La posibilidad y el honor de ver a seres extraordinarios, campeones o no, que compiten y ganan o pierden. Pero se divierten haciéndolo. Estos deportistas viven de otra manera la vida, sin duda. Esos son su lección y su legado.

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