Aprobadas semillas transgénicas de soya

El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) aprobó las semillas de algodón y soya transgénicas de Monsanto resistentes al herbicida Dicamba, altamente tóxico. Unas semanas antes, las autoridades agrícolas de ese país habían aprobado la siembra de soya y maíz transgénicos resistentes al herbicida supertóxico 2-4 d de Dow Agrosciences.


Simultáneamente, la EPA, agencia supuestamente de protección ambiental, autorizó a esa empresa la venta de Enlist-Duo, un agresivo tóxico mezcla de 2-4 d y glifosato. Estas decisiones se tomaron contra miles de cartas de activistas, agricultores y científicos, con evidencia de impactos graves contra la salud, el ambiente y los agricultores.

El paquete tóxico fue aprobado anteriormente por Canadá y las transnacionales presionan para su aprobación en Argentina, Brasil y Sudáfrica, que junto a los anteriores representan casi 80% de la producción mundial de transgénicos.

Ambos herbicidas tienen larga historia, por lo que sus impactos son conocidos. El 2-4 d es uno de los componentes del Agente Naranja, usado como arma química en la guerra contra Vietnam, con secuelas por generaciones hasta el presente. Ahora, como expresó Grain en su informe sobre la soya 2-4 d, es una «guerra contra los campesinos» (www.grain.org).

Estos herbicidas altamente tóxicos han sido prohibidos en varios países, y en la mayoría se evitaban. Su vuelta es un ejemplo claro de la perversión y fracaso del modelo transgénico. Luego de dos décadas de siembra de semillas resistentes al glifosato, han surgido gran cantidad de malezas resistentes. La táctica empresarial ante ello es vender herbicidas más tóxicos. Aunque la agricultura con químicos es anterior a los transgénicos, antes tenían que aplicar menor cantidad para no matar su propio cultivo. Con los transgénicos, las dosis se multiplicaron enormemente, lo que provocó el surgimiento de supermalezas. En Georgia (Estados Unidos), 92% de los campos tienen estas malezas resistentes, situación repetida en la mitad de los campos agrícolas del país.

Esto no le preocupa demasiado a las empresas dueñas de todos los cultivos transgénicos sembrados en el mundo (Monsanto, Syngenta, Dow, DuPont, Bayer y Basf), ya que también son las mayores productoras globales de agrotóxicos. Juntas controlan casi 80% del mercado global y su mayor negocio es que haya que usar más agrotóxicos.

Por la violación de derechos que todo esto implica, la Red por una América Latina Libre de Transgénicos (www.rallt.org) y otras organizaciones escribieron a varios relatores de Naciones Unidas pidiendo su urgente intervención.

El modelo transgénico es un desastre que además no funciona: los cultivos son peores que los que ya existían y los impactos en salud, ambiente y dependencia son cada vez más graves. Sólo se mantiene por la dependencia que crearon las multinacionales y gobiernos en los agricultores (con contratos o programas); y con los millones que gastan en propaganda y corrompiendo a quien se deje.

Hay que aclarar que la soya mencionada es la que llega a Colombia, ya que en nuestro territorio no se produce.

Más información y fuente: http://prensarural.org/spip/spip.php?article15982

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