El Estado del fin del mundo

Muchos en Colombia han pasado en pocos meses de debatir acerca de la paz, a solamente hablar de guerra; han pasado, sin mayores vergüenzas, de dialogar para superar la violencia a encontrar que sólo la violencia resuelve diferencias. Muchos en Colombia pasaron en pocos meses de tener esperanza en el futuro a regresar al fin del mundo, esa oscuridad en la que estuvimos encarcelados por décadas.


Pero, ¿Por qué queremos encerrarnos de nuevo en el fin del mundo? Algunos por miedo, otros por tedio a las noticias de violencia y los más, por evadir aquello de lo que somos responsables, como en la fábula de Samaniego:

Entre montes, por áspero camino,
Tropezando con una y otra peña,
Iba un viejo cargado con su leña,
maldiciendo su mísero destino.
Al fin cayó, y viéndose de suerte
Que apenas levantarse ya podía,
Llamaba con colérica porfía
Una, dos y tres veces a la Muerte.
Armada de guadaña, en esqueleto,
La Parca se le ofrece en aquel punto;
Pero el Viejo, temiendo ser difunto,
Lleno más de terror que de respeto,
Trémulo la decía y balbuciente:
«Yo … señora… os llamé desesperado;
Pero…», «Acaba; ¿qué quieres, desdichado?»
«Que me cargues la leña, solamente»

Puede que la situación nos tenga agotados, que el camino de la paz sea largo y accidentado, que no nos guste hablar de paz porque es más fácil hablar de guerra, y que no queramos cambiar ni zafarnos de la inercia porque ello implicaría que debemos ser mejores.

Pero por lasitud estamos dejando que otra vez los vendedores de la muerte y la guerra nos hablen como encantadores de feria. ¡Ahora no sólo hablan de una sino de muchas guerras! A ellos no les importa qué guerra venden, sólo les importa que haya guerra, y es aún mejor si se invita a los grandes jinetes ¡Que vengan Estados Unidos y Rusia, que aquí es mejor que Siria, aquí sí les sabremos montar una refriega, con toda la legitimidad que se quiera!

¿No habíamos aprendido con tanto sufrimiento que la guerra no sirve para nada? Solo les sirve a esos pocos que la arengan con entusiasmo y optimismo porque se lucran de ella.

Porque los vendedores de la guerra no venden armas ni carros de combate, ellos van tras cosas más valiosas: se roban la vida. La vida del campo que se arrebata de los campesinos; la vida de los ríos que se vacían de agua por cadáveres; la vida de nuestras niñas y mujeres que se expone a indignidades y violencias; la vida de saberes y tradiciones que se pone a subasta; la vida de todos a la venta por no cargar nuestras leñas.

@mfguerrerog
mfgg11@gmail.com

Siga a Periodismo Público en Google News. Suscríbase a nuestro canal de Whatsapp