Idiprón continúa realizando jornadas de búsqueda afectiva
Largas caminatas por sitios estratégicos de la ciudad, han permitido que la entidad logre rehabilitar a varios niños y jóvenes habitantes de calle.
-No dormí en toda la noche, pero no soy una ‘chirri’, ¡vea! yo no meto bazuco ni eso-
-¿Pero marihunita si?
-Sí, pero poco.
La corta conversación de Natahaly, de 14 años, con una de las funcionarias del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (Idipron) durante el recorrido desde la zona conocida como el Bronx en Bogotá, hasta una de las unidades del Instituto, aunque causó risas, terminó con una petición de ayuda.
-Yo no quiero más esto, a mi me gustaba el ambiente en la calle y eso, pero ya no quiero, ayúdeme para que me lleven a otra parte-, dijo.
Ella, como cientos de jóvenes en la ciudad, hace parte del grupo de habitantes de calle que durante los últimos años se ha venido reduciendo en la capital (hoy se han censado un poco más de 9 mil) y que en la actualidad, según dicen ellos mismos, son vistos de otra forma.
Durante el camino, la niña, proveniente de un municipio cercano a la ciudad, reconoció algunas de las situaciones que ha vivido en la calle producidas, según dijo, por sus ganas de conocer, pero ahora quiere volver al colegio, dejar de fumar y sentirse tranquila.
“No durmió porque ese es un mecanismo de defensa, no pueden descuidarse y usan las drogas para permanecer atentos”, afirmó Aliria, quien coordina las jornadas con las que se ‘buscan’ a los habitantes de calle para ofrecerles alternativas de vida. Mientras van en el carro que las lleva a la Unidad, Aliria le explica las posibilidades que tendría si asiste al lugar constantemente y si decide, finalmente, empezar un proceso de formación con el que podría adelantar sus estudios, recibir acompañamiento psicológico, alimentación, atención médica, entre otros derechos básicos.
Horas antes, a unos metros del lugar a donde fue llevada Nathaly, cerca de 20 hombres y mujeres recorrían de lado a lado la Plaza España (localidad de Los Mártires, entre las carreras 18 y 19 y las calle 10 A y 11) con el objetivo de invitar a los habitantes de la calle en la zona a subirse a las camionetas que los llevarían a las unidades del Idipron. Varios de ellos vivieron en la calle y con la ayuda que ahora ofrecen lograron dejar las drogas, estudiar, profesionalizarse y entender que los que eran llamados ‘desechables’ son personas como cualquier otras pero que por diferentes circunstancias no tuvieron los mismos derechos.
“Yo vivía en el ‘Cartucho’ a los 10 años y duré siete para recuperarme, estudiar, aprender a trabajar y salir del consumo. Para uno es motivador que lo escuchen, que lo acompañen y ver que sí es posible salir de la ‘olla’, por eso ahora hago con los muchachos el acompañamiento que me hicieron a mí. Buscamos a los niños en los ‘parches’, los motivamos a que se bañen, coman, se vistan y salgan de nuevo a la calle, pero siempre dejándoles la idea de que puede ser diferente la vida”, dijo Brayan Chala, quien a los cinco años abandonó su casa y hoy ayuda a que otros, como él, tengan nuevas posibilidades de vida diferentes a la droga, el robo y la calle.
La ‘Búsqueda Afectiva’, como se le conoce al programa, más que una estrategia de ‘pesca’ y encierro en las unidades del Idipron, busca mostrarles a los habitantes de calle que sí existen alternativas y personas capacitadas para ayudarlos, según afirma el director de Ia entidad, José Miguel Sánchez.
“Ha sido un proceso muy importante hacerles entender a los ciudadanos que ellos no son ‘desechables o gamines’ como se les llamaba antes, sino que son sujetos de derechos a los que el Estado, como a todos, les debe garantizar lo mínimo. Hemos encontrado que con cosas simples como un plato de comida caliente, una atención médica, una calza para los dientes, etc. el consumo disminuye porque ya no tienen la necesidad de drogarse para compensar una carencia o un dolor y ese ya es un avance importantísimo a la hora de acompañarlos en sus tratamientos, porque empiezan a ser ellos, voluntariamente, los que buscan nuestro proyecto”, afirmó Sánchez.
Las jornadas se extienden hasta la mitad de la mañana allí y en diferentes zonas de la ciudad, uno a uno los funcionarios, identificados con chalecos anaranjados, se acercan a los jóvenes que en la mayoría de casos llevan la ropa sucia, costales o materiales de reciclaje para vender. Minutos más tarde empiezan a formar grupos y luego una camioneta llega para movilizarlos.
La rutina es igual todos los días, los facilitadores los buscan, los convencen y los llevan en las camionetas, algunos ya llegan por sus propios medios. Los habitantes de calle llegan a las unidades, se bañan, lavan la ropa, desayunan, juegan, asisten a charlas para motivarse o a los servicios de salud y si quieren, se quedan. Algunos llevan varios años en esa rutina pero no son constantes y siguen en las drogas. “Esos son los más duros” dice Aliria, “pero hay que tener paciencia”, asegura. Ella lleva 30 años en la entidad y ya perdió la cuenta de cuántos niños y jóvenes ha ‘salvado’.
“Para la ciudad debería ser un orgullo poder decir que ya no hay niños pequeños viviendo en las calles, pero este es un trabajo que, como los habitantes de la calle, no se ve”, asegura Aliria quien destaca que aunque aún hay mucho por hacer para los habitantes de calle, en el último año se realizaron más de 70 mil atenciones en la unidades del Idipron, logrando superar años anteriores y demostrando que sí es posible apoyarlos.
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