María Victoria Blanco es la guardiana del Salto de Tequendama

Sola, ante un magistrado del Consejo del Estado y un grupo de expertos ambientalistas, María Victoria Blanco, médico veterinario de la Universidad Nacional y magister en desarrollo rural, demostró por qué el salto de Tequendama, debía ser protegido por la Nación.

No fue sencillo, pese a que tenía una parte del trabajo adelantado —libros, informes y guías de la fauna y flora que formuló con la ayuda de expertos—, el encanto que la cascada de más de 157 metros de altura y su área de influencia produjo entre los naturalistas Alexander Humboldt y José Celestino Mutis, quienes en el siglo XIX registraron en sus relatos la profundidad del abismo y la vegetación del cañón, era cosa del pasado.

Por mucho tiempo, la edificación antigua que está justo enfrente de la cascada, agarrada “mágicamente” a una roca, estuvo abandonada, mientras que el bosque de niebla se vio afectado por la deforestación y la siembra de especies foráneas. “Por muchos años la gente le dio la espalda al Salto”, recuerda Blanco.

Sin embargo, tras su intervención, los ambientalistas analizaron sus pruebas, visitaron la zona y para sorpresa de muchos, ratificaron sus palabras. Esto motivó al Consejo de Estado a ordenar al Ministerio de Ambiente declarar el Salto de Tequendama patrimonio natural; y al Ministerio de Cultura, incluir la Casa Museo salto de Tequendama y su zona de influencia, como bien de interés cultural del país dentro de la sentencia sobre la recuperación del río Bogotá.

El alto tribunal también le exigió a la Corporación Autónoma Regional y al Ministerio de Ambiente que debían construir una metodología para calcular el caudal del Salto. Aunque estaba feliz por la decisión, Blanco sabía que la batalla apenas comenzaba.

Blanco es considerada por Enrique Santos Molano y el expresidente Ernesto Samper Pizano como la titán femenina que ha luchado durante años por preservar la biodiversidad y la historia del salto de Tequendama. “María Victoria Blanco, quizá pueda parangonarse a la que, siete y ocho mil años atrás, realizaron Bochica y los tequendamenses para derribar el muro que detenía las aguas del salto y devolverle la vida a la sabana de Bogotá”, escribió Enrique Santos Molano en el libro El castillo de Bochica, la verdadera historia de la casa del salto de Tequendama.

Cómo lo logró

Su historia de amor y sufrimiento por el salto de Tequendama inició en 1994, cuando, junto a su esposo, Carlos Cuervo, llegaron a la zona con la intención de construir una granja, un proyecto independiente con el que soñaron desde la universidad.

En sus recorridos por este bosque de niebla, ubicado a 2.400 metros de altitud, fueron testigos de la riqueza ambiental que aún habitaba en el cañón: familias de perezosos, borugos, murciélagos fruteros, zorros, ardillas, ratones silvestres, conejos de monte; aves como el tucán, búhos, azulejos, pavas de monte, entre otras.

Pero antes de llamar la atención sobre la importancia de recuperar y preservar este ecosistema, Blanco se dio a la tarea de encontrar a los dueños de la casa que todos los días observaba al borde del precipicio casi a punto de desplomarse. Solo hasta el 2008, logró ponerse en contacto con Roberto Arias Pérez (q.e.p.d) y su esposa Gloria Nieto, dueños de la mansión en ese momento, con la intención de comprar la casa para convertirla en un museo de la biodiversidad del sector. Solo hasta el 2011 se concretó la negociación.

Pese a las críticas condiciones en las que se encontraba la estructura, con la ayuda de la arquitecta Claudia Hernández y el ingeniero Luis Guillermo Aycardi; y la cooperación internacional de la Embajada de Francia, la Agencia Francesa de Desarrollo y la Unión Europea, lograron sacarla de las ruinas. Esta edificación es una construcción ecléctica de 1927, en donde inicialmente funcionaba una estación del tren con servicio hotelero que a la vez se usaba para encuentros de la aristocracia colombiana de esa época.

El estigma
Sin embargo, Blanco era consciente de que necesitaba más que una restauración arquitectónica para reactivar el salto como un espacio de riqueza ambiental y cultural. Su mayor desafío era y sigue siendo cambiar la percepción que tienen muchos ciudadanos del lugar.

“Al nombrar el salto muchas personas lo asociaban con olores fétidos e incluso se perciben como ajenos al problema del lugar. Nuestro mayor esfuerzo es mostrar cómo todos somos responsables por acción o por omisión del deterioro. Y que ahora, lo que debe hacerse es pedagogía para apoyar la recuperación del río Bogotá, sus bosques y por supuesto su mayor atractivo el salto de Tequendama”, explica.

Esta estigmatización ha incidido en que mucha gente desconozca la gran diversidad de plantas y flores que hay en la zona. Según el Ministerio de Ambiente, “se destacan las orquídeas; el roble, especie forestal nativa y dominante que se encuentra en peligro por la sobreexplotación; la planta syphocampilus hispydus, especie endémica que únicamente crece en Cundinamarca; el árbol meliosma bogotensis que solo se encuentra en la sabana de Bogotá y la planta merinthopidium vogelii, ilustrada en la Expedición Botánica de José Celestino Mutis, entre otras”.

Incluso, —agrega la cartera– “este corredor ambiental es el hogar de más de 120 especies de animales entre las que se encuentra el perezoso de dos dedos, gran variedad de reptiles e insectos en su mayoría únicos en la región”.

Este corredor ambiental es el hogar de más de 120 especies de animales entre las que se encuentra el perezoso de dos dedos, gran variedad de reptiles e insectos en su mayoría únicos en la región.

Además, según información suministrada por el Instituto Alexander Von Humboldt, el salto contiene una designación internacional de importancia para la conservación de aves denominada Bosques de la Falla del Tequendama, que tiene un área de 11.000 hectáreas en la que se han reportado cerca de 210 especies de aves, destacándose el rascón andino, el inca negro (que están en peligro de extinción) y la dacnis turquesa, que está en estado vulnerable.

Este inventario también fue crucial para que el pasado 22 de noviembre el Ministerio de Ambiente designara al salto Patrimonio Natural de la Nación. En la resolución 1869 de 2019 emitida por la entidad, aseguran que su protección era necesaria no solo porque surte de agua a siete municipios en Cundinamarca, sino porque su biodiversidad está en peligro por la alta transformación de los ecosistemas como resultado de la alta ocupación y el uso de los recursos naturales en el sector.

Lo que viene de aquí en adelante, según Blanco, es garantizar los protocolos que se requieren para su protección. “Lo importante es tener como base todos los estudios y logros hasta el momento. Esperamos que no se empiece de cero, ya tenemos mucha información que nos ayuda avanzar. Solo necesitamos articularlos con las entidades que están a cargo para lograr que de esta declaratoria se genere una sostenibilidad del territorio.

El salto lleva más de 120 años prestando su caudal para ofrecer servicios ambientales. A futuro se espera que esto cambie y se establezcan otras formas de manejo

Una última batalla
La reducción del caudal de la cascada de salto es otro de los temas que preocupan a Blanco, ya que el río se usa para generar la energía eléctrica de Bogotá. Esto ocurre desde comienzos del siglo XX, cuando se construyó la hidroeléctrica El Charquito.

“El salto lleva más de 120 años prestando su caudal para ofrecer servicios ambientales, a futuro se espera que esto cambie y se establezcan otras formas de manejo, porque en este momento la CAR autorizó a la empresa generadora de energía dejar solo un metro cúbico por segundo de agua, por eso el caudal de la cascada no es lo que fue en la época de Humboldt”, explicó Blanco.

No obstante, ante sus constantes solicitudes, Blanco logró conciliar con la compañía para que, al margen de la concesión, el caudal tenga más agua, en especial los días de mayor afluencia de los visitantes a salto. “No hubiéramos logrado esto sin la voluntad de la nueva gerencia de esta compañía, porque la CAR les otorgó casi todo el caudal y ceder les representa cambios en su operación”, dice Blanco.

Sin embargo, espera que la metodología para calcular el caudal que debe tener el salto se aplique cuanto antes, solo así la catarata nunca más perderá su magnitud y seguirá prestando los servicios ecosistémicos que se le han atribuido.

Autoría: Tatiana Rojas
Periodista de Medioambiente
Eltiempo.com

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