Pensar en grande II: ¿Área metropolitana?
(…) las comunidades y los pueblos tienen que ejercitarse
en la alternativa que quieren para adquirir experiencia, o esperar
a tener más poder para redefinir el nuevo estilo de ejercerlo.
Pablo González Casanova
Sea cual sea el sentido que quieran darle a estos pensamientos, quiero aclarar que los escribo como un ciudadano más del municipio de Suacha, forma como me gusta llamar a este querido pueblo que me ha visto crecer. Apoyo la creación del área metropolitana, pero esto no quiere decir que me sienta obligado a no dudar de la conformación de la misma, en especial de su estructura organizativa.
La apoyo por tres razones específicas:
1. Considero que Suacha y Bogotá comparten históricamente algunas tradiciones y costumbres en común, no en vano, ambos territorios fueron herederos de la sabiduría muisca que los hábito. Además hoy en día se hace imposible separarlos geográficamente, ambos territorios se han “conurbado”, es decir se han conjugado en uno sólo.
2. Las dinámicas del mundo actual nos exigen crear relaciones con nuestros vecinos, si bien el neoliberalismo impone únicamente relaciones de tipo económico, es importante que comencemos a construir relaciones de buen vivir y solidaridad entre nosotros: Áreas metropolitanas, comités de apoyo en temas determinados, juntas de buen gobierno, etc.
3. La discusión sobre el área metropolitana aparece en el escenario como una oportunidad de empoderamiento de la comunidad, argumento que me parece el más importante de todos. (Explicaré esto en el desarrollo del artículo).
Me causa temor una sola cosa:
1. La estructura organizativa del área metropolitana nos ofrece una visión demasiado jerárquica del poder, la cual no se diferencia mucho a la que tienen las instituciones actuales. Una junta conformada por los dos Alcaldes, el gobernador y el Gerente del área metropolitana.
Históricamente Colombia ha pensado y conformado mal sus regiones, desde el siglo XIX la construcción de la Nación ha sido un proceso difícil lleno de intereses políticos y de cacicazgos regionales. El Estado colombiano, centralista, nunca tuvo la paciencia para conocer todo su territorio y desde allí comenzar a construir una nación capaz de respetar y articular la autonomía de sus pueblos originarios, sus saberes, culturas, tradiciones, etc. La consecuencia de este mal manejo administrativo han sido las diversas guerras y conflictos sociales por las que ha tenido que pasar el país durante toda su historia republicana. Retomando las palabras de dos historiadores: Colombia es un país fragmentado, una sociedad dividida, no hay que ir tan lejos para comprobar esta tesis, hace poco y debido al desinterés de los gobernantes de turno perdimos gran parte de las aguas territoriales de San Andrés. El objetivo de este pequeño esbozo histórico es mostrar que el manejo de nuestro territorio, su organización y conformación siempre ha estado sujeto a aquellos que tienen el poder en sus manos y que en muchos casos no los conocen, los observan desde un avión o en sus mapas, pero no tienen idea de como es el diario vivir en los mismos, no se han “ensuciado” sus pies de arena, barro, tierra, asfalto o cemento.
La discusión del área metropolitana nos ofrece, al parecer, una posibilidad diferente. Frente al poder que tienen nuestros gobernantes, tenemos hoy la posibilidad de elegir mediante consulta popular el futuro de nuestro territorio, somos nosotros los que diremos SI o NO y no por eso seremos más clarividentes, o por el contrario, más ciegos. Más allá de conocer la ley que nos permite integrarnos a la ciudad de Bogotá, en el aire esta la oportunidad de empoderarnos como comunidad y llegar a construir una visión del territorio diferente a la que se nos ha impuesto y esta visión se puede llamar área metropolitana, ciudad – región, matrimonio Suacha – Bogotá, Suacha o Soacha autónoma, como nosotros queramos, pero lo más importante es que allí estarán plasmados los sueños que como comunidad tenemos para el lugar que habitamos. En esa medida si nosotros somos los que decidimos el modelo de territorio y ciudad que queremos, entonces nosotros mismos debemos hacer respetar la construcción de ese modelo. Si algo no me gusta de la idea del área metropolitana es que su ejecución a nivel institucional responde a unas jerarquías políticas que pueden derivar en el clientelismo y la corrupción al que nos tienen acostumbrados las instituciones actuales: Llámese estas alcaldías, gobernaciones, concejos, secretarías, etc., además estaríamos sujetos a los cambios de administración y caprichos de cada uno de los políticos o partidos que lleguen al poder. En el papel nada cambiaría si nosotros no somos los que controlamos estas instancias de poder. Sí votamos en contra seguiremos igual, elegiríamos un alcalde y aprobaríamos un Plan de Desarrollo para nuestro municipio cada cuatro años, pero todo seguiría igual. Así las cosas lo mejor sería quedarse sentado y esperar que pase el tiempo en una de esas bancas rotas de la Plaza Central de nuestro pueblo, pero como el problema no es solamente el SI o el NO, sino la construcción de nuestro territorio entonces nuestro deber y OPORTUNIDAD es preguntarnos cuál va a ser nuestro papel como ciudadanos y comunidad luego de que se apruebe o no el tema del área metropolitana.
Si pensamos en grande y tomamos esta discusión como una oportunidad, nuestro papel como ciudadanos va más allá del simple voto, en el aire flota la posibilidad de empoderarnos de nuestro territorio y de nuestro futuro como ciudad, es cierto que detrás de la discusión hay muchos intereses, pero éstos no son otros que los de la clase política y nosotros no podemos guiarnos por dichos intereses. Debemos empezar a pensar qué nos interesa como comunidad; como ciudadanos activos, debemos empezar a dejar atrás las filiaciones políticas y los partidos, para comenzar a dialogar con nuestro territorio. Empoderarnos no significa que nuestro partido o candidato llegue al poder, porque en esa lógica de las mayorías excluimos a los otros que no piensan igual. Pero, empoderarnos a través del territorio, a través de ese lugar que habitamos y llamamos Soacha o Suacha, significa encontrarnos en un lugar común y establecer tejidos de diálogo entre nosotros y con los otros, con nuestros vecinos, significa retornar al sentido de pertenencia e identidad de la comunidad, esa que algunos argumentan se va a perder con la constitución del área metropolitana, pero que consideró perdimos hace rato, no sólo por la malas decisiones de nuestros gobernantes, sino también por nuestra apatía frente al territorio. Retornar al poder de la comunidad es reconocer nuevos lazos de solidaridad y autonomía, es nombrar a nuestros dirigentes, construir nuestras propias instituciones, pero más importante aún, es comprender que aquellos que nos representan en el poder deben “mandar obedeciendo” a la comunidad y no a los intereses políticos y económicos de turno.
SI o NO, el área metropolitana debe ser la oportunidad para construir otra Suacha Posible.
P.D.: Durante un año he sido parte de muchos proyectos juveniles que me han permitido conocer y acercarme a la comunidad, así como también a diversos líderes del territorio, algunos de ustedes me identifican como participante activo de la Plataforma Juvenil, pero quisiera aprovechar el espacio para comunicar que desde hace ya varios meses no hago parte de dicho grupo o colectivo. Hago “público” esto, porque considero que las rupturas y diferencias hacen parte de las dinámicas de los movimientos sociales. Por mi parte le deseo lo mejor a la nueva coordinadora de Plataforma Juvenil y espero que con su comprensión e inteligencia sepa darle nuevos rumbos a este espacio. Por mi parte seguiré trabajando activamente con los jóvenes y la comunidad de Suacha, mi acercamiento a ellos, se debe más a esas formas de resistencia que nos conducen a pensar que podemos construir un mundo diferente, para esto desde hace más de un año lidero un proyecto, junto con otros compañeros, que se denomina Suacha: memoria, identidad, territorio. Desde allí he logrado re-conocer y re-significar este espacio – tiempo llamado Suacha.
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