“Pido perdón por matar”
Me llamó bastante la atención las palabras que la señora madre del confeso asesino del agente de la DEA James Terry Watson, pronunció recientemente al saber que su hijo Edgar Bello Murillo, alias «Payaso», fuera solicitado en extradición – junto a otros taxistas – por la justicia de Estados Unidos.
Y traigo sus palabras como ejemplo porque no es la primera persona que asesinan en el denominado ‘paseo millonario’, ni mucho menos en asaltos, atracos y robos de diferente índole.
Entiendo perfectamente que son las palabras de una madre desesperada que ve cómo se desvanece cada día más la posibilidad de no volver a ver a su hijo en el país, a ese ser que salió de sus entrañas, que lo concibió, lo ‘parió’, lo crió, pero tal vez NO lo formó ni lo educó.
Con lágrimas en sus ojos, la señora Doris Murillo, madre de alias ‘Payaso’, narró el drama familiar que vive y pidió perdón por el crimen que cometió su hijo al asesinar al agente de la DEA. Al observar ese testimonio, inmediatamente trasladé la escena al diario vivir de muchas familias del municipio de Soacha, a quienes les asesinan a sus seres queridos por robarles un celular, por atracarlos o por ser víctimas de asaltos a negocios como los ocurridos recientemente en el barrio Llanos de Soacha y en la zona de Altos de Cazuca.
Y no estoy diciendo que está mal o bien el hecho de que las madres de esos asesinos ‘pidan perdón por matar’, porque creo que eso no quita ni pone vidas, lo que trato de expresar es que estamos en medio de una sociedad donde la vida humana ya no tiene valor alguno para determinadas personas y muchas veces se pretende resarcir un daño con palabras de lamento y de perdón.
Esas personas que matan, asesinan, roban y hacen daño sin contemplación alguna, no son extraterrestres ni seres diferentes a cualquier ser humano. Para mí, y desde mi experiencia, la diferencia radica en dos cosas: la educación que se recibe en el hogar y las condiciones de vida del contexto social en que se crían.
Pero sin duda, el aspecto principal que debe marcar la vida del ser humano es la capacidad del hogar, y específicamente de papá y mamá para orientar y educar a sus hijos. No es posible que los padres de hoy se escuden en sus ocupaciones laborales y sus condiciones económicas para descuidar de tajo a sus hijos y dejarlos al amparo de una sociedad corrupta e invadida por el mal. Es común en la actualidad, y más en el contexto de Soacha, escuchar que los padres – o en muchos casos la sola madre – dejan solos a sus hijos, confiados en que estos llegan a tiempo del colegio a hacer tareas y trabajos, y hasta los quehaceres del hogar.
Sin embargo, lo que muchos padres y madres, desconocen (o se hacen los que no saben) es que ese ser que salió de sus entrañas, no asimila las órdenes y se dedica más bien a ‘callejear’, a jugar con sus compañeros de cuadra, a echar cuentos y a aprender ‘mañas’ y costumbres nefastas para su futuro. Y es justo aquí donde comienzan los grandes delincuentes y asesinos del mañana, sumado a todo lo malo que pueden aprender en el colegio (no en todos, por su puesto).
Ese niño inocente de siete, ocho, nueve, diez o más años, el mismo que causó tanta alegría cuando se supo la noticia que había sido engendrado con éxito, ese que fue motivo de lágrimas de emoción y felicitaciones, aquel que llenó de esperanza a la familia, muchas veces y dependiendo de la orientación que se le haya dado en el hogar, es el mismo que se perfila como delincuente y hasta asesino y matón de otros seres similares a él.
Es triste y lamentable decirlo, pero el mismo Payaso (asesino del agente de la DEA), o los jóvenes que mataron a sangre fría a los dos trabajadores de los supermercados asaltados recientemente en Llanos de Soacha y Cazuca, fueron niños admirados y queridos por su familia y amigos, y estoy seguro que por la mente de sus padres nunca les pasó que se convertirían en protagonistas del mal.
Un ser humano cuando está en esa etapa de crecimiento integral necesita referentes, guías y estar apoyado de la mano de alguien que lo conduzca por el buen camino. Cuando sus padres no cumplen la responsabilidad natural de orientar y acompañar, otros sí lo hacen. Y seguramente eso es lo que ha pasado con todos esos asesinos que hoy matan sin compasión. La guía y la orientación no la recibieron en su hogar, sino en la calle, de la mano de sus supuestos amigos y compinches, quienes les enseñaron a fumar, consumir, robar y matar, y entonces… ¿Dónde están los padres?, ¿dónde está la protección de mamá y papá?, pero lo triste es que después vienen los lamentos y las culpas, ya cuando no hay nada que hacer.
No quiero desvirtuar las palabras de la señora madre de alias ‘Payaso’ cuando pidió perdón al país por el crimen que cometió su hijo, pero sí quiero dejar una reflexión en los hogares del municipio y el país. Padre y madre no es aquel que engendra y concibe en su vientre, es más padre y madre el que orienta, apoya, guía, exige y educa con autoridad. Aquellos que descuidan a sus hijos, los mismos a quienes les queda grande poner freno cuando es necesario, los que argumentan con cobardía que su hijo o hija se le salió de las manos, esos son los padres llamados a lamentarse en un futuro.
La invitación es a estar pendientes de sus hijos, a desconfiar de ellos, a controlarlos en contra de su voluntad, a exigirles disciplina y responsabilidad, y ante todo, a inculcarles valores para que respeten a los demás seres humanos, y en especial la vida y la integridad de las personas. Es cierto que hay condiciones difíciles, más cuando sólo existe la figura de la madre, pero siempre con esfuerzo y creatividad habrá caminos para tener a los hijos cerca, controlados y protegidos del mal que agobia a la sociedad de hoy. No permitamos que sean los asesinos del mañana.
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