Soacha maleducada

Educado, no siempre es el que asiste a la mejor universidad del mundo, es simplemente el que conoce su contexto sociocultural, tradiciones, costumbres, así como las cosas negativas de su región con el objetivo de transformarlas. Lamentablemente gran parte de los soachunos han decidido voluntariamente restringir su acceso a nuevas formas de educación.


En épocas electorales no es raro que el tema político sea uno de los favoritos entre los ciudadanos no sólo del municipio sino de toda Colombia, sin embargo para entrar de manera argumentada y clara al debate se necesita un conocimiento básico sobre cultura, historia, realidad social y otros temas a los cuales se accede a través de la educación.

Parece un cliché, decir que la educación no sólo se concibe en el aula de clase, es un proceso en donde el ser humano adquiere todas las herramientas para pertenecer a una comunidad.
Sobra decir que el lenguaje, las costumbres, la moda, el sistema económico y por supuesto la historia hacen parte del tejido que cimenta al ser humano que ha adquirido cierto nivel educativo. ¿Y cuál es ese nivel en el municipio?

Como siempre, no se puede caer en generalizaciones, lo que sí es cierto es una notable despreocupación de la comunidad en general por las actividades que representan culturización y educación para el municipio. Actividades que NO sólo se convocan desde la administración, sino desde entes privados, ONG´s, fundaciones, corporaciones, entre otras.

Basta ver un conversatorio realizado hace algunos días en donde después de hacer invitación personal, vía electrónica a instituciones educativas, a través de medios de comunicación a la comunidad en general, sólo se logró la asistencia de menos de cinco personas a la actividad. Otro ejemplo, una organización cultural del municipio, organiza semanalmente la proyección de dos películas, resultado: asistencia de 5 personas a cada función.

Cada vez que se mencionan palabras como arte, historia, cine, ecología, lectura se asumen como ejercicios escolares sin valor, con el simple objetivo de proporcionar un momento de ocio, sin ver que más allá es una tarea que cimenta valores y tradiciones culturales que construyen Soacha y al mismo tiempo la nación presente y futura.

Llama particularmete la atención en este tipo de actividades, una leve participación de personas jóvenes frente a una mínima o inexistente presencia de adultos, quienes en muchos casos sólo asisten al acto protocolario, pronuncian sus discursos y deciden abandonar los recintos que invitan a adquirir un nuevo aprendizaje histórico-socio-cultural.

Si ya se ha tomado la decisión de anquilosarse en un mundo en donde prima la crítica sobre la mirada a otras posibilidades que construyen un estilo diferente de nación y de municipio, es importante por lo menos acercar a los niños y jóvenes para crear una conciencia de su realidad a través de otras formas de educación. De lo contrario, Soacha seguirá siendo «maleducada» e indiferente; carente del reconocimiento de un pasado histórico nacional y regional; ausente de espacios de expresión y catarsis que generan más reflexión y menos violencia entre los ciudadanos; lejana de la posibilidad de intercambiar experiencias y sueños que proyecten nuevas opciones para las generaciones venideras.

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