Un perfil del ladrón de celulares

Soy un atrevido y arriesgado al intentar configurar un perfil del ladrón de celulares. Pero esos son los riegos.Este escrito es producto de mi observación y estudio.


Declaro, nunca he sido atracado o despojado de mi celular;porto uno sencillo, sólo sirve para recibir, emitir llamadas y escribir textos;lo compré hace 10 años.

Quien roba celulares no nació ladrón.Quizá creció en la pobreza.
Es un niño, es un joven.

Con angurrias fue recibido por sus padres o por su mamá únicamente. Pañales ausentes, leche materna escasa, leche de tarro, poca. Aprendió a comer prematuramente lo que hubiera; su vestuario fue exiguo o de segunda; recibió poca formación moral, espiritual;insuficientes valores humanos;fue parte del conflicto familiar, poca dedicación y afecto;su cuerpo en formación no encuentra explicación cuando su estomago estávacío.

Estudia o es bachiller. Tiene ilusiones y sueños. Anhela superar la situación económica, trabajar, ir a la universidad, y vivir dignamente. Si es mayor de edad probablemente ha llevado hojas de vida por doquier, no le ha ido bien, ha sido timado en sus trabajos. Esto hace que no siga buscando empleo. En las paredes de su casa cuelgan sus diplomas del kínder, del preescolar, de bachiller, del Sena o de alguna institución de formación para el trabajo y el desarrollo humano. El mayor de 18, aun no ha definido su situación militar y/o salió del ejército o la policía y tiene guardada en su casa bien limpiecita la libreta militar.

Aprende a robar celulares viendo a otros. Le parece fácil, sólo ve la parte buena, la de obtener dinero sencillamente y se dedica a probar. Al principio toma muchas precauciones y aparentemente le va bien. Esto le da confianza, le vuelve irreflexivo y se expone cada vez. El producto le hace vibrar de emoción porque suple sus carencias.
Su meta es el robo. No piensa en consecuencias, en riegos, en sacrificios ni siquiera en su integridad. La situación lo ha enceguecido. Aquí cabe la pregunta: ¿Qué lo lleva a esa tarea? La respuesta puede sonar ambivalente: Es pobre, está desempleado, es vicioso. Estas situaciones lo impulsan a una acción imprudente, busca dinero a como de lugar para comprar comida, zapatos, ropa, darse algunos lujos y alguno, para comprar droga. Y en algunos casos no sólo lo hace para subsistir sino porque ya tiene mujer e hijos pequeños.

Amenaza, hiere o mata para lograr su objetivo. Después corre a vender por poco dinero el producto: $ 10.000, $20.000, $30.000, $50.000 o $100.000. Muchas veces para repartir entre dos o tres y a esconderse. El poco dinero que recibió no le alcanza. Debe seguir en su riesgosa tarea. Sale cada día con más temor, su mente le perturba y frena sus ímpetus.

Su desamparo lo hace sufrir. Teme por su existencia, por el que dirán, por la mala reputación y porque no, por el castigo eterno.
Por conocimiento y experiencia sabe del asunto de robar en menor cuantía. Conoce los procedimientos policiales o de cualquier reaccionario y toman el riego de ser golpeado, herido, lisiado y aun matado por el robo. Por eso, cuando ve un celular ajeno le produce una ansiedad untada de biemocionalidad: alegría-temor.

Probablemente su familia no sabe de su actividad. Vive sumido en la mentira. Dice que trabaja en una empresa, en una oficina, como mensajero, es ayudante de panadería, de construcción, de un almacén. Justifica su accionar nocturno alegando que debe trabajar horas extras o turnos. Por eso cuando es apresado si puede, cambia el suéter, la chaqueta y oculta el rostro frente a las cámaras y siente humillación. Está acorralado, sin salida, vive al acecho como cualquier bestia. Siente como bofetones las miradas acusadoras, recriminatorias y, ninguna comprensiva. Debe esconderse. Su cuerpo muestra las golpizas, las heridas y las secuelas traumáticas de su infortunio. ¿Cuáles serían las medidas para salvar a este ser y librar a la sociedad de este mal?
El Estado hace lo más fácil: decreta medidas punitivas, represivas, de reproche, de señalamientos y de juicios. Se olvida de ese ser humano que por razones ya expuestas atenta contra sí mismo y la sociedad.
Si se estudiara bien la situación con la asesoría y trabajo de psicólogos, sociólogos, antropólogos y aun teólogos para determinar el origen de su comportamiento, se diseñarían medidas determinantes que acabarían o disminuirían con este comportamiento y no con la persona.

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