Un tinto con Mario Mendoza

Germán Cuesta, sociólogo de la Universidad Nacional que apoya el trabajo periodístico de este medio, se atrevió a entrevistar a uno de los personajes de la literatura más reconocidos de Latinoamérica: Mario Mendoza, autor de varias novelas que lo han hecho merecedor de importantes premios, entre ellas ‘Satanás’ que posteriormente fue llevada al cine.


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Mario Mendoza es un escritor bogotano, y uno de los más reconocidos escritores de Latinoamérica en estos días. Ha publicado novelas como La ciudad de los umbrales (1992), Scorpio City (1998), Relato de un asesino (2001) y Cobro de Sangre (2004). Con el libro de cuentos La travesía del vidente obtuvo en 1995 el Premio Nacional de Literatura del Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá. Ganó el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral con la novela Satanás en 2002 que fue llevada al cine colombiano y que muchos recordamos. En 2004 publicó Escalera al cielo, un exquisito libro de relatos. En Buda Blues (2009) se pronuncia fuertemente contra la desigualdad social y el capitalismo salvaje. Su último libro La locura de nuestro tiempo (2010):”… es una suma de momentos especiales, historias, retratos y diagnósticos”. En la Feria del Libro de este año, estará lanzando su último libro APOCALIPSIS: “Una sola palabra que define la contemporaneidad y que define mi obra al mismo tiempo. Creo que es breve, contundente y magnífica.”

Aunque la cita era a las 4 p.m. llegué con una hora de anticipación después de salir de Soacha y atravesar Bogotá, hasta la calle 140 en el barrio Cedritos. No podía llegar tarde a un encuentro con un escritor tan importante, menos aún improvisar y sobretodo sabiendo que teníamos el tiempo contado para la entrevista porque el escritor preparaba un viaje a México para el siguiente día. Durante todo el recorrido ensayé las mil preguntas que no le hice, que al final tampoco hicieron falta porque apenas el saludo, reconocí a una persona cálida, sencilla. Sin aspavientos. Ya había tenido la oportunidad de conocerlo en el diario el Tiempo, aunque fuera de saludo, pero claro está, él apenas se acordaba.

Nos sentamos en una salita en un Juan Valdez y mientras le daba tiempo a que terminara su tinto, trataba de poner a funcionar mi grabadora que por causas inexplicables no prendía.

Después de un preámbulo que se me hizo eterno, le manifiesto que más que una entrevista, -pues ya le han hecho todas-, mi intención es dar a conocer a los lectores de esa Soacha de 500 mil habitantes, que existen otras posibilidades y que si no sabemos muchas cosas, es porque no conocemos. También le explico que la entrevista es para periodismo público, un periódico que leen más de cinco mil personas al día y una gran opción de comunicación de nuestro mega-municipio.

¿Cinco mil personas? Y ¿Cómo hacen?, dice Mario sorprendido

Antes de poner a funcionar la grabadora, me cuenta desprevenido, de su paso por la Universidad Nacional donde hizo un semestre de Medicina, y cómo renunciando a una “gran oportunidad social” decide estudiar Literatura en la Universidad Javeriana, determinación que parece no hizo muy feliz a su familia. Es esta decisión la que lo lleva a recorrer esa Bogotá, que es el centro e inspiración de su obra. Es un periodo en el cual inicia otra vida: la que lo viene a marcar como escritor, mejor aún, su obra de escritor. Recorrer la ciudad, la lucha diaria del ciudadano del común.

Era la época que adelantaba los estudios de Literatura en la Javeriana. Viví en barrios “populares” de Bogotá, en contacto con la gente con muchas carencias, que le falta todo, o, casi todo, que no tiene accesos a los servicios públicos, marginales y pisoteados por un clasismo despiadado.”

Años donde vivió en inquilinatos, cuartos alquilados. Años de universidad y también de terminar su primera obra, “La travesía del vidente” una novela de viajes y aventuras (Premio Nacional de Literatura del Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá en 1995).

Germán, allí encuentras historias e historias de navegantes, marineros y náufragos.”

De ahí se fue a estudiar a Europa con una beca, para continuar en Israel viviendo la situación de los palestinos, pasa a Egipto, Jordania, y como a mí no me contestó tan inspirado, tomé esta cita de otra entrevista en la que se refiere a lo mismo y que me parece no solo ilustrativa de esa época de Mario, sino además muy hermosa:

Después de esa novela yo me fui a hacer un posgrado en España, y en busca de la aventura o, lo que puede llegar a ser lo mismo, buscándome a mí terminé en Israel, en Jordania, en Egipto, navegaría en chalupas, en embarcaciones de vela corta por el Nilo, llegaría a la frontera con Sudan, estaría preso y trabajaría en campos de refugiados. En ese viaje perseguía lo que había leído y escrito[[1]]”.

Y regresa al país con estas lecciones aprendidas a seguir hablando de ciudad y desigualdad social. Mario es un relator de la ciudad inclemente, inhumana, y a la vez solidaria y de cientos de historias que todos compartimos, porque las historias de Mario Mendoza no son de él; son las de aquellos que día a día se reinventan para subsistir, para salir adelante, para intentar progresar, en una selva de cemento llamada ciudad. Ciudad que puede ser nuestra Soacha de Ciudad Latina, Ducales, Altos de Cazucá, o San Nicolás.

Es un tipo de literatura que baja a la profundidad de una ciudad para contar sobre lugares donde nadie se quiere meter. Es una escritura que trabaja por catarsis, por expurgación y que le ofrece al lector una comunión con las zonas prohibidas”.

Y como el mismo escribe en el prólogo de su último libro “La locura de nuestro tiempo” se reafirma:

Es difícil imaginarnos una declaración de amor a una ciudad. Y en tal caso podríamos creer que se trata de París, Nueva York o Barcelona, ciudades preciosas, sin duda, encantadoras y con motivos más que suficientes para enamorarse de ellas. Pero el asunto se complica cuando uno tiene que confesar un amor por una ciudad como Bogotá, pobre, fría, sin mar, déspota, y, para empeorar las cosas, con fama de violenta. Es como estar enamorado de una cabaretera vulgar con una vida inconfesable”.

¿Qué más le puede uno preguntar a Mario Mendoza que ya no haya respondido? Entonces se me ocurre con un tema que a todos nos toca de frente:

Maestro ¿Por qué la gente no lee?

Mario Mendoza: El narcotráfico nos dejó una tradición de juerga, de fiesta, de ostentación de la riqueza, que va uniéndose a un capitalismo salvaje y todo eso mezclado a una cultura de lo light, de lo superficial. Una situación que durante la época de los noventa origina una cultura de lo ligero, que fue creando un universo tan banal y tan trivial como el nuestro. De alguna manera también hay un proyecto político en esto, y es que a mayor estupidez general más fácil es el control. Hay unas políticas de control y sometimiento, y tal vez por eso el derecho a la lectura y el derecho a la escritura son algo peligrosas hoy en día, son bases fundamentales de la democracia participativa pero son focos de resistencia civil a través de la imaginación.

No hay nada más peligroso hoy que eso. Yo creo que al establecimiento tampoco le interesa que haya mucha gente leyendo y con perspectivas críticas sobre lo que está sucediendo, y todo eso sumado va creando una cifra escandalosa, que es de 1,9 libros per cápita al año. Esta cifra bordea lo que se llama analfabetismo funcional, que es gente que sabe leer y escribir en teoría, pero nunca pasa por una librería y nunca compra un libro. Un pueblo que tiene una tasa de analfabetismo funcional como la nuestra, es un pueblo que se prepara para la guerra, la violencia y que es fácilmente sometido con cualquier discurso.

Maestro, hablando de lo light, ¿existe una literatura de lo fácil? Aparece un famoso de la televisión, una modelo, o un personaje de una noticia que quiere publicar sus experiencias o su biografía, y al otro día la gente sale y lo compra.

M.M. Yo creo que hoy en día existe una literatura de maquillaje y sobretodo una literatura que se esfuerza mucho por la reconciliación con la vida. Esa es la literatura que le viene o favorece bien al establecimiento. Otros tenemos una literatura que baja a lo oscuro de la ciudad, para contar sobre lugares donde nadie se quiere meter. Es una escritura que trabaja por catarsis, por expurgación y que le ofrece al lector una comunión con las zonas prohibidas.

¿Qué tienen de común esas ciudades que describe, que ha vivido, visitado y plasmado en sus libros, con Soacha?

M.M. Todo. No olvidemos que nosotros pertenecemos a la zona más injusta del planeta, y según los estudios de la FAO, por primera vez en la historia de la humanidad acabamos de cruzar la cifra de más de mil millones de personas muriéndose de hambre. Encontramos unos niveles de segregación social y unas diferencias entre la clase trabajadora y la clase rica opulenta que no se encuentra en ningún otro lugar del mundo y en ningún otro continente. Chomsky, un autor norteamericano dice que hemos pasado de un capitalismo salvaje al capitalismo depredador, que tiene que ver con el colapso de Wall Street y su plan para apoderarse además de los dineros de los contribuyentes, en donde Bush y Obama le entregan más dinero a las grandes multinacionales, y se le va restando a la Universidad Pública, al dinero para la construcción de vivienda popular, le van restando a políticas de apoyo social mientras le entregan el dinero a los grandes consorcios. Eso explica el paso del capitalismo salvaje al capitalismo depredador. Democracia participativa significa derecho a la lectura y derecho a la escritura.

¿Su literatura es densa, pesada. Toca temas de sociología, filosofía, etc.?

M.M. De pronto toca temas que no son fáciles de describir, pero, trato en todo caso de ser lo más claro posible. Es una escritura de resistencia y eso causa debate, oposición. He procurado mantener una línea de realismo muy combativo, lo cual no es fácil, y claro, existen unos niveles de formación que pueden permitir compenetrarse más con la obra.

¿Escribiría para niños?

M.M. No, no creo. Mi obra es profunda, brutal por decir algo.

¿Su novela Satanás, cuenta la matanza de Campo Elías Delgado en Pozzetto, donde mueren tantas personas: transmite la película lo que escribió en la novela?

M.M. Satanás es una trilogía en donde los personajes van a parar al final en ese lugar, en un destino fatal. Los personajes los fui poco a poco fusionando, con sus historias dentro de la novela y los enlazo con la historia de Campo Elías, a quien además conocí. La película SATANÁS, del director colombiano Andi Baíz, obtuvo reconocimiento a nivel internacional, un excelente trabajo y sí, me dejó muy contento, muy satisfecho.

¿Lo trasnocha algún premio en especial?

M.M. No. Si bien es importante, no debes obsesionarte con eso. A mí me gustaría quizás pensando en eso que los lectores entiendan que detrás de un trabajo como el mío no hay las más mínimas ínfulas de deseos de fama, prestigio o reconocimiento. Si eso llega, pues bienvenido, porque significa que la gente se está compenetrando con lo que se expresa, y por supuesto, como te dije antes, el reconocimiento del público

¿Millos o Santafé?

M.M. Ninguno de los dos. El del tridente Como en Satanás (risas): El América

Como el tiempo pasó tan rápido, quedamos pendientes de otra cita: la próxima Feria del Libro en Mayo, donde estamos ustedes y yo, estamos cordialmente invitados, no solo para compartir las obras de Mario Mendoza, sino de todos esos tipos de libros y literatura que nos guste, nos permita pasar un tiempo alejados de lo cotidiano, que nos saque de las preocupaciones del día y nos lleve más allá de la realidad, aunque sea por un rato. Como dice Mario en alguna parte de su obra “Los hombres invisibles”: La vida sin libros es aburrida, plana, sin gracia. Son las palabras las que nos rescatan siempre del tedio y del sinsentido”.

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