‘35 muertos’, la novela que recorre el país durante los últimos 35 años del siglo XX

Sergio Álvarez es uno de los más reconocidos escritores actuales. Entre sus obras figuran “Mapaná” y “La Lectora”; obra que llegó a la televisión, fue traducida a varios idiomas y ganó el Premio Silverio Cañada, de la Semana Negra de Gijón.


Humedal-Tierra-Blanca-Soacha
Humedal-Tierra-Blanca-Soacha

El escritor estuvo en Colombia en la reciente Feria del Libro lanzando su última obra “35 muertos”, pues vive en Barcelona (España).

35 muertos” es una novela que recorre 35 años del país: de 1965 a 1999.. “35 muertos no es una novela sobre el narcotráfico, es una novela sobre Colombia entera, sobre los últimos 35 años del siglo XX en nuestro país. Podrá encontrarse en ella esta tierra entera, todas sus pasiones, sus vicios, sus fiestas, sus alegrías y sus tragedias”, manifestó el escritor.

Maestro, nos puede contar un poco acerca de cómo llega a la literatura?, ¿Cómo decide qué es eso lo que quiere hacer?

Empecé a leer en casa, mi mamá era maestra de escuela y entre ella y muchos de mis tíos que estaban en movimientos de izquierda de los años setenta me incitaron a leer. Con el tiempo leer se me volvió un verdadero vicio y, como todos los seres humanos, me aferre a mi vicio.

¿Qué le aportaron a su modo de escribir los años en la selva; los guahibos, el colono, la tonina [[1]] y el güio?

Los años en la selva me enseñaron que los hombres no podemos vivir sin historias. Las noches pasadas junto a los colonos y mis compañeros de aventura en el vichada contándonos la vida o los sucesos de la región me dejaron claro que el hombre necesita contar y ser contado. Si a esto le sumamos que las historias con fantasmas, serpientes, indígenas y sabanas infinitas llenan de magia el corazón de cualquiera, mi temporada en el Vichada fue el sello final de una vocación que ya estaba insinuada desde la infancia.

Maestro, de pronto conoció en el Vichada algo del escritor local Umberto Amaya Luzardo?

Mi vida en el llano fue bastante aislada, dedicaba los días a hacer yoga y a sembrar un poco la tierra, oí hablar de Amaya Luzardo alguna vez, pero no lo he leído. Lo haré ahora que gracias a esta entrevista vuelve a mi memoria.

Mapaná , recrea aventuras de selva y la magia de los llanos (para jóvenes dicen la editoriales, para todas las edades digo yo -perdone la impertinencia-). Me fascina porque yo también viví la selva, ¿Extraña algo de esos lugares, el espíritu del colono por sobrevivir, la fauna honesta, estando fuera de Colombia?

La vida en los llanos y las selvas es muy dura, pero lo llena a uno de alegría, de esperanza y de intensidad. Extraño esos tres sentimientos que a veces no son fáciles de cultivar en los fríos inviernos europeos.

¿Pasar de colono en la selva a inmigrante afuera tiene algo en común?

Es una experiencia muy parecida. Irse hacia cualquier lugar nos enfrenta no sólo a lo desconocido sino a la incomprensión de aquellos que crecieron con formas de ver la vida distinta a las nuestras. En este sentido mi experiencia en el Vichada es muy similar a mis primeros años fuera de Colombia.

Maestro, cambiando de ambiente. ¿Por qué los colombianos no leemos, si hay mega- bibliotecas, plan lector en los colegios, libros de a mil en el mercado de las pulgas, pirateados en las calles (perdón por eso), se pueden descargar libros en internet ¿Qué explicación ve usted para esto?

Leer es un hábito que se crea en la infancia y que tiene que ver con la forma con la que usa el tiempo la gente que nos rodea. Crear el hábito de lectura es un proceso lento porque se trasmite de padres a hijos, aunque es un placer solitario, necesita de un incentivo social. Ese proceso en Colombia apenas está empezando. También hay que tener en cuenta que a veces la vida en Colombia es tan intensa y complicada que la gente necesita el tiempo para contar lo que le pasa y eso le quita espacio a la lectura.

¿Puede ser posible también, que la literatura es una actividad elite y todo lo que esto socialmente entraña? Le pregunto esto, porque uno encuentra – no a propósito claro está- , que además de nuestra “pereza mental” uno siente a los escritores muy lejos de la cultura popular, de la gente y de nuevo sin querer, pienso yo, el interés por escribir supera de lejos el interés por ser leídos. ¿Se lanza una obra y que los demás miren como la leen?

Hay de todo un poco, en América Latina las artes se cultivan no para integrarse al resto de la gente, sino para diferenciarse de ella. Esta manera de acercarse al arte radicaliza el otro problema, que es la pobreza no sólo del país, sino la pobreza de nuestra educación. También está la obsesión de nuestras elites por mantener a nuestra gente en la ignorancia porque es de ella que ellos viven.

¿Existe una especie de literatura light? Me explico, si una reina, un artista popular, o un recién rescatado escribe un libro, al otro día se venden cientos de copias?

La palabra escrita se inventó para comunicarse y todo el mundo tiene derecho a usarla como le parezca. Ya es un asunto personal lo que cada cual decida leer. El tiempo que uno gasta en criticar lo que no le gusta debería emplearlo mejor en disfrutar de lo que le gusta.

¿Expresiones urbanas tan arraigadas hoy día como el hip-hop, el rap, ese verso cantado que sale sin dificultad y habla de lo cotidiano, son una expresión cultural que está desplazando a la literatura en los jóvenes, mejor aún, el ejercicio de leer? o ¿la comparación no cabe?

Nada desplaza a nada, todas las formas de comunicación se complementan.

Si el narcotráfico se legalizara como negocio ¿se nos acabarían nuestros imaginarios, nuestra estética? Quizás empezaríamos aunque fuera a traficar delfines rosados (usted Maestro que también vivió en la selva los conoce), para no dejar morir el espíritu de contrabandista que heredamos? ¿Es nuestro ADN cultural?

El problema no es el narcotráfico, el problema es la falta de oportunidades serias y verdaderas para nuestra gente. Si el narco se acaba y seguimos sin oportunidades seguro aparecerá otro negocio ilegal, pero eso no es culpa de ningún ADN, es culpa de la miopía de la familias que manejan este país.

En cuadernos de Renata, una antología donde usted escribe “Aprendiendo a no enseñar “dice: …las historias no sólo deben ser contadas, deben contarse con belleza; nadie quiere oír hablar sobre lo que vive. ¿Cómo se escribe sobre narcotráfico, mejor dicho, en donde quedaría la belleza?

Un narco no es ningún demonio, es un ser humano como cualquier otro y todos los seres humanos tenemos un infinito grado de belleza.
La Lectora ganó el premio Silverio Cañada en la Semana Negra de Gijón, fue vendida y pasada a varias lenguas, adaptada a la televisión. ¿Qué piensa como autor, que la hizo tan especial?
Es un libro divertido, contado con honestidad, sin prejuicios y con un leguaje novedoso. Si le sumas una trama bien tejida es natural que el libro guste.

¿Cuándo un libro se vuelve serie o película, se corre el riesgo de ser superado por lo audiovisual?

Con esto pasa lo mismo que con el rap. No hay lucha entre medios o géneros, hay enriquecimiento.

35 muertos, su último libro. ¿Qué podemos esperar de esta obra? El año pasado vimos en Colombia “el cartel de los sapos” y otras series que recuerdan esa lúgubre etapa. ¿En qué se diferencia 35 muertos?

35 muertos no es una novela sobre el narcotráfico, es una novela sobre Colombia entera, sobre los últimos 35 años del siglo XX en nuestro país. Podrá encontrarse en ella esta tierra entera, todas sus pasiones, sus vicios, sus fiestas, sus alegrías y sus tragedias.

¿Cuándo es el lanzamiento en Colombia? ¿Estará usted en la próxima Feria del Libro en mayo en Bogotá?

Sí, la novela saldrá para la próxima feria del libro.

Un par de cursilerías Maestro:

¿Alguna vez se ha quedado en blanco frente a una hoja cuando escribe?

La verdad sí, pero no mucho tiempo, me he ido de paseo. La calle es muy inspiradora.

¿Escribiría para niños?

Es difícil, pero creo que algún día lo intentaré.

¿Millos o Santafé?

Santafé por siempre.

Por último, Maestro; usted me comentaba que vivió en Soacha. Nos puede contar algo de esa etapa de su vida y sobretodo, nos regala un saludo?

Mis abuelos vivieron gran parte de su vida en Soacha y yo pasé allí muchos fines de semana de mi infancia y adolescencia. Conocí el pueblo cuando era pequeño y se podía ir de excursión por sus alrededores. Tengo muy buenos recuerdos de los ríos donde iba a cazar renacuajos, de los locales donde jugábamos pin pong y de un cine donde vi mis primeras películas con escenas sexuales.
Maestro, muchas gracias por su amabilidad.

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