El pasado en presente, un asunto de historia

Parodiando el ya olvidado nombre del programa cultural de la televisión colombiana “El pasado en presente” de los historiadores Abelardo Forero Benavides y Ramón de Zubiría, por el cual sentí en su momento un gran interés, traigo a la reflexión la sanción presidencial del decreto mediante el cual se restablece nuevamente la enseñanza de la historia en todas las instituciones educativas del país a partir de 2018, por lo que resulta oportuno y necesario presentar a los lectores algunas consideraciones para la reflexión, pues el estudio de la historia y la reflexión académica de aquella, ha tenido graves y profundas implicaciones en los cambios ocurridos en el mundo en general y en Colombia en particular durante los últimos 20 años.


Desde Heródoto y Tucídides fundadores de la ciencia de la historia en la Grecia clásica hasta los grandes debates que tuvieron lugar finales del siglo XIX y principios del siglo XX en relación con su estatus científico como ciencia, debo comenzar por señalar que ella ha sido el tronco común (la matriz), si se me permite el término, sobre el que han surgido, se han desarrollado y se han erigido las demás disciplinas científicas que constituyen el corpus de conocimientos de las ciencias sociales. La historia es como su origen o su lugar común.

De otra parte, la historia no ha estado exenta en el devenir de la sociedad de las más diversas influencias hasta el punto que al principio sus explicaciones sobre todos los hechos se basaron en razones míticas tanto en las sociedades primitivas como hasta en las más avanzadas de la antigüedad para poder revelar hechos históricos objetivos y fenómenos sociales, económicos y culturales (reales) recurriendo para ello a las creencias, a las tradiciones, a las costumbres y en últimas a las ideas religiosas o hasta las más intrincadas explicaciones casuísticas que pretendieron diluirla en el ámbito de las ciencias naturales al tratar exigir que la historia estableciera leyes generales que explicaran el desarrollo de la sociedad pretendiendo negar la validez racional y por tanto objetiva de sus formulaciones teóricas.

Lo cierto es que al margen de ese debate metodológico y epistemológico en el ámbito local e internacional, desde mediados de la década del 60 se emprendió en Colombia el descomunal esfuerzo para hacer una Nueva Historia de Colombia, que diera cuenta de manera más rigurosa, metódica y sistemática del proceso de construcción de la nación colombiana, superando la estrecha descripción oficial, lineal y cronológica de su pasado y del presente así como de los hechos de la más diversa naturaleza, sin establecer conexiones ni relaciones que dieran cuenta cabal de los múltiples factores y dinámicas que influyeron de manera decisiva en la construcción de nuestra historia y sobre todo en la construcción de la identidad colombiana.

Aún recuerdo con nitidez las clases de historia universal y de Colombia durante mi paso por el bachillerato en las que más que atraído por los hechos de la historia, interminables cómos y el porqué de los mismos me perseguían como sombras fantasmales.

Debí esperar los grado 10° y 11° (quinto y sexto 1974-1975) para tener el privilegio de empezar a conocer en el colegio excelentes maestros que me dieron la oportunidad de aprender con generosidad, y sobre todo con sólidos conocimientos, en algunas de las obras de diferentes autores de la nueva historia de Colombia, en los que fascinado empecé a encontrar explicaciones y respuestas coherentes y reflexiones profundas no solo a mis interrogantes sino a los que se hacían en el ámbito social de la época así como las respuestas a muchos de los interrogantes que me formulaba continuamente en relación con los hechos políticos y económicos del país.

Pero sería mi paso por la universidad el que me daría la mejor oportunidad de poder abordar y comprender con mayor rigor epistemológico y metodológico el análisis histórico de la formación de la sociedad colombiana, de su evolución económica, de su estructura política, jurídica y social, de sus conflictos, de sus expectativas y de su incierto porvenir.

Entonces creí, aunque ingenuamente, que algunos de esos textos de la nueva generación de historiadores sería de obligatoria lectura en las clases de historia de Colombia del bachillerato para romper con la vieja costumbre de leer solo la historia oficial que las editoriales publicaban más por obtener ganancias que por brindar conocimientos críticos en los jóvenes lectores, cosa que finalmente nunca ocurrió.
La eliminación deliberada de la asignatura de historia en los programas escolares de la educación media en Colombia durante el gobierno de Cesar Gaviria Trujillo, profeta de la apertura económica, coincidió paradójicamente con una floreciente actividad en la investigación histórica y la publicación creciente de textos, ensayos, investigaciones que fueron develando las verdaderas causas de nuestro secular atraso y dependencia.

En consecuencia las generaciones de los años 90 en adelante se educarían y se formarían al margen del conocimiento histórico de su país hasta el punto que esa juventud, y las que llegarían después, se formarían en el total analfabetismo de su historia, de sus orígenes, de su identidad y sus valores produciendo un profundo distanciamiento y apatía frente a la realidad nacional y a las causas que provocaban el malestar social.

Para concluir, considero ineludible expresar que si de verdad existe verdadero interés desde el Estado y las instituciones que regulan la educación en Colombia en formar sólidamente a nuestros jóvenes, se debe fomentar a fondo el estudio de la historia impulsando y financiando la impresión de los textos de la Nueva Historia de Colombia para que sean asequibles a los jóvenes, promoviendo la lectura sistemática de algunos textos de la historiografía colombiana para permitirles un mayor conocimiento y comprensión de la formación de la nación colombiana, para que en el ejercicio de su futura ciudadanía sean verdaderos protagonistas de la construcción de la nación y evitar que repitan por su desconocimiento uno de los más trágicos episodios de la historia nacional, el conflicto interno. “Sin conocimiento de la historia no hay identidad y sin identidad no hay futuro”

ahtarquinog@gmail.com

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