Reminiscencias XII
Llegó diciembre con su alegría, y es hora de recordar lo que eran en Soacha las Festividades Navideñas, por los años que he venido rememorando en el periódico de la tierra, www.periodismopublico.com.
Indudablemente la Navidad representaba la más grande expectativa para los habitantes de todas las edades. Para los niños, porque era la oportunidad de conmemorar la llegada del Niño Dios, con todos los preparativos que esto demandaba para sus padres, y por la expectativa del regalo casi inevitable del 24 de diciembre que consistía, generalmente, en ropa, zapatos, dulces y algún juguete de menor costo, que se colocaba sobe la almohada o, debajo de la cama del regalado, y que con inmensa complacencia recogía en las primeras horas de la mañana del 25 y que, posteriormente, mostraba a sus amigos de la cuadra, para iniciar una competencia, pues se trataba, casi siempre, de carritos que se halaban con un pedazo de piola, o una pelota con letras, las que quedaban marcadas en su vecino, cuando al jugar al fútbol se recibía un golpe con ella, especialmente en la cara, o en el vestido que estaba estrenando o, en algunos casos, en la pared recién pintada de la casa contigua.
Pero había otros niños que ningún regalo recibían, porque sus padres no tenían con qué comprarlo y se disculpaban con sus hijos diciéndoles que el Niño Dios nada les regalaba porque durante el año se habían portado mal, y no cumplían con las obligaciones de la Escuela, si era que iban a ella, o con lo que les señalaba para hacer en la casa.
Eran estos los niños que, también, desde aquella época eran los representantes de la pobreza absoluta y la injusticia. Los que nunca han sabido qué es una fiesta para la celebración de la Navidad y el Año Nuevo. Los que nunca han estrenado un traje o unos zapatos, porque los suyos siempre fueron de otros, que se los entregaban cuando ya no les servían, tratándolos así como especímenes de segundo orden. También, los mismos para quienes la Navidad nada les significaba, porque en esa fecha comían lo mismo de siempre, es decir, agua de panela sin pan y porque tenían que seguir trabajando, como todos los días, ayudando a sus padres en la fabricación de ladrillos en el chircal de Luis Rincón o Carmelo Niño, o madrugando para ordeñar las vacas del patrono de su padre, o a regar los potreros de Las Vegas o los de las Haciendas ubicadas en el campo soachuno, pero también, algunas veces, viendo cine en la Plaza, el que presentaba Bavaria o Coltejer.
En cambio, quienes la podían celebrar hacían gala de su habilidad para realizar figuras con las luces de bengala, los busca pies y los castillos que venían en empaque piramidal y al encender la mecha que aparecía en su parte superior despedían estrellas de colores que iluminaban la calle o el patio de la casa o, también, los peligrosos totes que, en esa época eran infaltables, y se accionaban refregándolos contra las paredes de la casa o contra el piso de la calle y se lanzaban de inmediato para evitar dolorosas quemaduras en los dedos de las manos.
Todo esto se hacía después de rezar la novena de aguinaldos, al lado del pesebre que toda la familia y, algunos vecinos, habían ayudado a construir, consiguiendo lama, musgo, quiches y corales en los sectores de Canoas, Fusungá, El Chevá, Terreros, El Vínculo, La Veredita, Panamá y La Chucua, y armando la casa en madera, forrada en papel milano y con techo de pajas, para colocar allí al Niño, San José y La Virgen, y muy cerca los tradicionales buey y burro de que habla la Historia Sagrada. Además, los caminos hechos en arena y los ríos con papel plateado que traían las cajetillas de cigarrillos de aquel tiempo, es decir, Pielroja, Pierrot Tunjo, Royal y Pico de Oro, y las distintas figuras de personajes que lo adornaban conseguidas en el Almacén Nuevo y Merceditas Ruiz, ambos ubicados sobre el costado oriental de la Plaza de la Constitución, que es su nombre, nacido de la Carta Política de l886, por Acuerdo del Concejo Municipal de la época, que jamás se ha derogado y que ignora casi la totalidad de los habitantes de Soacha.
Los responsables del rosario diario, eran los designados por la familia, entre los suyos y los amigos más cercanos, cuyos nombres se colocaban en una lista en sitio visible de la sala, y también los novios de las niñas de la casa quienes, además, disponían lo necesario para el baile de cada noche, esto es, los pasa bocas y gaseosas para los niños y las mujeres y cocteles de frutas, preparados por la señora para los caballeros, y algunas exquisitas viandas elaboradas, también, por la señora de la casa.
Se bailaba en los días laborables de 8 a 10 de la noche, y un poco más tarde el sábado. Y todos los alféreces contribuían para la gran fiesta del 24, en la noche, con maravillosos manjares, y el tradicional ajiaco con gallina que se servía acabadas de pasar las doce, después de que todos se daban el abrazo de las felices pascuas y algunos discretos besos de los novios, menos discretos, si oportunamente lograban salirse de la sala hacia el patio o zaguán de la vivienda.
En esta noche se cantaban con más entusiasmo los imprescindibles villancicos y se complementaban con el sonido de la pandereta y una especie de pitos que producían un sonido muy especial al llenarlos de agua. Así se escuchaban aquellos tan conocidos aún, como Tutaina, la Nanita Nana, A Belén Pastores, Vamos Pastorcito Vamos Pastores, Antón, Dónde será Pastores y Pastores Venid.
Los mayores y los novios, bailaban lo mejor de Guillermo Buitrago. Me refiero a Vísperas de Año Nuevo, Ron de Vinola, La Araña Picúa, La hija de mi comadre, Compae Heliodoro, La Varita de Caña., La Piña Madura, El Amor de Claudia, Grito Vagabundo, Las mujeres a mi no me quieren . La Capuchona, El Huerfanito y Moralito, entre otros.
Pero desde luego, también se bailaba la música romántica de aquella época, boleros, por supuesto, el plato especial para el “amacise” de los novios, y que hoy se recuerdan, porque evocar es sinónimo de recordar, o traer a la memoria lo pasado, que invita de inmediato a rememorar aquellos tiempos con canciones como Quiéreme, Enamorado de ti, Ya lo verás, Así, Que me castigue Dios, Deuda, Desvelo de Amor, Mis noches sin ti, Lo siento por ti, etc, etc…
Y, también, a los inolvidables Alfonso Ortiz Tirado y Pedro Vargas en composiciones queridas por una inmensa cantidad de soachunos, que aún las recuerdan, como, Añorando, Cosas que suceden, Ya me voy, Cosas del amor, La Cita, Muchacha del alma, Me dejaste, Dueña mía, Peregrino, de amor, Gotas de amor. Divina mujer, Cortesana, Palmera, Altiva, Negra linda y Hablemos de los dos, por ejemplo.
Todas estas canciones románticas que recuerdan amores que hicieron lugares en el camino de la vida, y que se quedan allí como hitos en esa historia del amor o del cariño prolongado en los años, pudiendo así vivir otra vez viejas historias vividas, estoy seguro, por las gentes soachunas. Las mismas que disfrutaron las noches comentadas y que al terminar la parranda alistaban “el piquete” que había que degustar en Malachí, Panamá, La Veredita, Terreros o Las Vegas, y que repetirían, todo lo expuesto aquí en la Fiesta de Año Nuevo. Bellos recuerdos y costumbres sanas, que hoy casi no se ven.
Hemos llegado así al final de este año escabroso que casi nada bueno dejó a los soachunos, pues fueron más los dolorosos que gozosos en los aspectos de la vida diaria y de lo que muy pocos se escaparon, ya sabemos por qué y no hace falta repetirlo.
Me queda a mí la satisfacción por todo lo dicho, gracias a la generosidad de la dirección de www.periodismopublico.com por haber hecho recordar a las gentes partes de la historia de mi querida tierra. La historia que nos cobija a todos los soachunos y que hace parte de nuestra propia identidad, Esa historia escondida en nuestra mente y corazón que algunos pretenden olvidar y otros, como yo, quieren con sin igual amor, y desea que las nuevas generaciones la conozcan y con ello rendir un emocionado homenaje a las gentes que, nacidas o no, en esta buena tierra, forjaron el futuro y ayudaron a crear la imagen viva del terruño que nos tocó por patria chica.
No dejaré de lamentarme sí, de la tremenda y terrible injusticia que se ha venido dando, en Soacha en relación con la memoria de nuestro insigne hijo JOSE EUGENIO DIAZ CASTRO, a quien seguramente también se volvió a ignorar el 5 de septiembre, fecha de su nacimiento, no sé si por abulia o porque todavía sigue pagando su franqueza y sentir político, cuando dijo así nuestro escritor y costumbrista:
“Nunca he condecorado mi persona con cintas, cucardas, Jesuses ni otros emblemas significativos de bandos. Una larga experiencia me ha enseñado que la sangre que se derrama en la Nueva Granada para que suban a los puestos nuestros padrinos, prohombres, o candidatos, es infructuosamente perdida porque lo mismo, con cortas excepciones, (excepciones que no valen la pena del sacrificio de la vida), mandan todos los partidos¸ y para el que vive del sudor de su frente en un retiro, donde las plantas no crecen por influencia de palacio lo mismo es que mande el candidato A o el candidato B”.
Sabia sentencia, agrego, a lo que todavía tiene vigencia y que da lugar a preguntar: Será por esto que se tiene en el olvido a nuestra preclara figura literaria?.
Pero, cambiemos de tema, pues es mejor dar las gracias a quienes semana a semana han dado abrigo a las Reminiscencias y a quienes nos instan, desde diferentes sitios de Colombia y del mundo para proseguirlas y recordar así a su tierra lejana.
Vayan, entonces, para el Director y colaboradores de www.periodismopublico.com y los lectores, los mejores deseos de prosperidad para el año que viene, y hasta mediados del próximo enero, cuando regreso de nuevo a la casa, después de un descanso con la familia en algún rincón de España, lejos del crudo invierno que amenaza. FELICES FIESTAS.
JOSE IGNACIO GALARZA M,
joseignaciogalarza@yahoo.es
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