Del Club de Roma a la cumbre de Copenhague
Han transcurrido 37 años desde que una cumbre de hombres de ciencia y de empresa, promovió la iniciativa de la reunión del Club de Roma para tratar con gran preocupación los problemas ambientales, paradójicamente derivados del desarrollo tecnológico y científico y que se plasmó en un documento de obligatoria referencia mundial denominado “Los límites del crecimiento” (1).
Este famoso estudio anticipaba, de manera premonitoria, los inminentes riesgos del calentamiento global a causa del desaforado crecimiento industrial, los graves niveles de contaminación, el agotamiento de los recursos naturales no renovables, el crecimiento de la población mundial y la cada vez más escasa disponibilidad de tierra de calidad para la producción de alimentos.
La diferencia de entonces a esta época es que en 1972 la preocupación era en cierta forma un problema aún manejable, pero que del cual se había apropiado solamente los miembros de la comunidad científica y se había limitado al ámbito académico, o en el mejor de los casos, representaba sólo la manifestación de las tendencias ecologistas que en el ámbito político europeo comenzaban a surgir, principalmente en los campus universitarios del viejo continente y Estados Unidos.
Hoy, en 2009, la preocupación se ha tornado en un hecho de carácter universal y la preocupación no sólo acapara el interés de los científicos sino por supuesto de todos los gobiernos y los habitantes del mundo.
Entre estas dos fechas tuvo lugar una serie de importantes reuniones como por ejemplo la Cumbre de Rio de Janeiro de 1992 y la reunión de Kioto de 1997 principalmente, la cuales constituyeron, sino un fracaso, sí una gran frustración para que las naciones más industrializadas del mundo, además de ser las más altas consumidoras de los recursos naturales en beneficio de una pequeña parte de la población, son a la vez las que presentan las mayores emisiones de Co2, que se rehusaron a la firma del protocolo de Kioto en especial los Estados Unidos de Norteamérica.
A pesar de la gran cantidad de cumbres climáticas realizadas en estos treinta y siete años que se podrían citar además de las ya mencionadas, en lo fundamental han sido cumbres donde se han hecho sólo declaraciones de buenas intenciones por parte de los países firmantes para reducir los niveles de las emisiones, las formas de hacerlo, los recursos financieros para emprender las acciones, los acuerdos jurídicos al interior de los países, es decir la legislación ambiental, el apoyo a los países en desarrollo, etc. Pero lo esencial es que los problemas continúan sin una solución de fondo a la vista.
Esta situación tenderá a ser más grave en el próximo futuro por cuenta del alto nivel de desarrollo en el que se han involucrado las naciones más populosas del mundo como China e India para citar sólo dos ejemplos, las cuales superan ampliamente a los tradicionales países industrializados en el consumo de materias primas, alimentos y recursos no renovables como petróleo y carbón, etc.
Contrariamente a lo que se pudiera haber esperado, la población se duplicó en los últimos treinta años pasando de tres mil quinientos millones aproximadamente a prácticamente seis mil millones en la actualidad, mientras la producción de alimentos incrementada a consecuencia del mejoramiento de las técnicas y cultivos en los países ricos, mientras hoy padecen de hambre física cerca de mil millones de personas en diferentes regiones del mundo.
Pero las hambrunas no sólo son resultado exclusivo del crecimiento de la población; por el contrario, tienen su origen en los altos grados de esterilidad y agotamiento de los suelos producidos por el uso y abuso de fertilizantes, las sequías derivadas del cambio climático, la deforestación de las cuencas hidrográficas más importantes del mundo, en resumen por el paulatino proceso de esterilización y aridez de los suelos, que cada vez se intensifica más.
En lo que a nuestro país concierne, aún estamos lejos de asumir con la seriedad y responsabilidad necesarias los retos del desarrollo como son los altos niveles de contaminación de nuestras reservas acuíferas, la deforestación de nuestros páramos y bosques andinos, los procesos de privatización de las fuentes de producción de agua, la carencia prácticamente total de una cultura de la responsabilidad social relacionada con el manejo de los residuos sólidos y líquidos y los mil atentados más que a diario ejercemos sobre la naturaleza.
Valga la ocasión para que todos los habitantes del municipio de Soacha, sus industrias, sus autoridades, iniciemos no solo un cambio de año sino también un cambio de actitud que sólo implica un gesto de buena voluntad y amor por la vida para que nuestra ciudad cambie el actual aspecto de desorden a causa del mal manejo de las basuras y los residuos; para que la Administración Municipal se comprometa a fondo y con recursos en la conservación de nuestro entorno natural y para que la empresa de aseo local no sólo al final del año haga balances de excelentes utilidades financieras, sino que también evalúe el avance en el desarrollo de una cultura ambiental necesaria para la sostenibilidad de nuestro espacio vital.
Nos hemos puesto a pensar acaso qué tipo de mundo heredarán nuestras próximas generaciones? Son acaso las próximas generaciones responsables de nuestra propia irresponsabilidad frente al medio ambiente y la naturaleza?, Serán ellas las que paguen el precio de esta depredadora acción para que finalmente terminemos enfrascados en un conflicto bélico por la disputa del agua o de los alimentos conduciendo a la humanidad a una catástrofe?
Ustedes tienen la respuesta.
angelhumbertotarquino@yahoo.es
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