Sábado Santo

Este es el tercer día del Triduo Pascual, la iglesia que somos nosotros las personas, guarda silencio absoluto para la reflexión y contemplación del Misterio del Señor. Aparentemente todo estaba perdido, había desolación, tristeza, decepción y soledad. Esos son los misterios de la vida, hoy estamos viviendo momentos diferentes, el ser humano de todo el planeta está protegiendo su vida en sus hogares porque un enemigo invisible lo sitió. En este tiempo de cuarentena obligatoria donde la consigna es “quédate en casa”, se puede aprovechar para ingresar a lo más profundo de nuestra conciencia y descubrir el sentido de nuestra vida, ya que quedó demostrado que el dinero, el poder, los títulos universitarios, los roles sociales, el género, la edad, las redes sociales, los avances tecnológicos, la moda y demás, no lograron dar sentido a la vida misma y añadir ni un segundo a la existencia humana.

Hoy a ejemplo de María, Madre de Jesús y madre nuestra, los cristianos católicos y no católicos, los creyentes y no creyentes, tenemos el reto de contemplar la Gloria de Dios a través de la esperanza y compromiso con la vida de todo el planeta. Basta ver reportajes donde se puede observar la restauración de ecosistemas porque el ser humano no está poniendo su mano: las aguas se ven más cristalinas, el aire más puro, la capa de ozono va mejorando, animales van saliendo a nuevos espacios; esto es un llamado a replantear el papel de la persona dentro de la creación, una oportunidad de construcción de un mundo mejor que nos lleva a repensar “el ser humano”.

Esta pandemia del coronavirus nos pudo acabar, hacer perder la esperanza y la ilusión de vivir; pero no, millones de personas en el mundo lograron sacar lo mejor mostrando el rostro divino en lo humano (palabras del padre Gustavo Baena) y a través de la solidaridad, el compromiso, la oración, la entrega desinteresada ir caminando en el silencio y la contemplación para que al llegar la noche del Sábado Santo podamos como discípulos del Maestro y Señor de la vida esperar la triunfante RESURRECCIÓN de nuestro Salvador, esperando que la aurora de la mañana nos brinde la serena certeza que el sepulcro de Cristo está vacío y que la roca que cubrió su sepulcro está corrida, es decir, aquello que no nos permite experimentar ni vivenciar la Resurrección de Jesús en aquel eterno primer día de la semana conocido por todos como Domingo de Pascua, un domingo que se prolonga en el tiempo y que desde hace XXI siglo continua y continuará presente en la dimensión espacio-temporal de la humanidad, mientras que llega el encuentro definitivo de cada uno de nosotros con el Creador.

Así, la RESURRECCIÓN de Jesús nos anima a continuar el camino, asumiendo con responsabilidad los retos diarios de la vida, a reír, a llorar, a bailar, a silenciarnos, a compartir, reflexionar… es decir, el creyente está llamado a vivir, porque para eso vino Jesús, para darnos vida y vida en abundancia (Jn 10, 10). Los problemas no van a desaparecer, tampoco el dolor, el sufrimiento, las enfermedades, pues hacen parte de la naturaleza finita del ser humano, pero, la mirada de fe y esperanza del creyente cambia el sentido de las cosas, no para volverse conformista sino para transformar cada situación en oportunidades que llevan a la felicidad.

Aprovechemos la riqueza de los signos pedagógicos que la iglesia tiene para representar la realidad de la Resurrección: el fuego, representado en el cirio pascual, que es el mismo Cristo Resucitado; el agua, que representa el bautismo como proyecto de vida que nos sumerge en la vida de Cristo; la Palabra, que es alimento para el espíritu y obviamente el Cuerpo y Sangre de Jesús que está permanente entre nosotros.  Pero no nos quedemos en el rito ni en el símbolo, hagámoslo vida con nuestras acciones, orando y que la oración nos impulse a ayudar a los demás, a compartir en familia, a proponer soluciones y no solo criticar a través de memes peyorativos, a denunciar a aquellos corruptos que son peor que el coronavirus porque abusan de la necesidad de los más vulnerables, a mostrar que el ser humano tiene una oportunidad para reivindicarse consigo mismo, con el planeta y con su Dios.

Finalmente, me es grato compartir con ustedes los lectores la celebración de la RESURRECCIÓN del Señor quien ha transformado mi vida, y hoy a las puertas del Domingo de Pascua poderles desear FELICES PASCUAS, porque Jesús está vivo, Él es el mismo ayer, hoy y siempre, suyo es el tiempo, el poder y la gloria por los siglos de los siglos y vive y reina con Dios Padre y el Espíritu Santo dentro de la persona humana, no en las nubes, nos acompaña en nuestra historia, en nuestra vida.

Germán Darío Cardozo Galeano

Magister en Dificultades del Aprendizaje – UCC

Teólogo – Universidad San Alfonso

Licenciado en Teología – Universidad San Alfonso 

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